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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

El libro como pretexto liberador

24 de noviembre de 2015

El Ministerio de Cultura y Patrimonio promovió la semana anterior la Feria Internacional del Libro (FIL) en Quito, cuyo país invitado de honor fue Chile, para lo cual desplazó una delegación encabezada por el poeta Raúl Zurita. Loable iniciativa por impulsar el fomento a la lectura, desde un espacio divulgador que abarcó la participación de más de 100 escritores(as) en una programación variada que incluyó a más de la literatura, al arte, música, cine y teatro. Presentaciones de obras, recitales poéticos, conferencias, mesas de discusión interactiva, talleres, homenajes, formaron parte de la agenda establecida.

Aproximadamente 50 pabellones distribuidos en los pasillos del edificio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana albergaron publicaciones diversas, desde ciencias sociales hasta ficción, pasando por otras ramas del conocimiento. Lo destacable de esta octava edición de la FIL fue la propuesta paralela de actividades que contó con el aporte de creadores nacionales y extranjeros, con lo cual se diversificó la puesta en marcha de la feria que ya no solo se limitó a la exhibición y comercialización de libros provenientes de librerías y casas editoriales, sino que fue un escenario aglutinador de las manifestaciones creativas y reflexivas de la mujer y el hombre.

La realización de este evento es bienvenido en la comunidad, más aún en la ecuatoriana, en donde los índices de lectura son bajos, razón por la cual se requiere la elaboración y aplicación de políticas públicas relativas al tema. Ante esto, el ente gubernamental anuncia el Plan Nacional de Lectura para el año entrante.

La FIL se ha convertido en una instancia de encuentro de amantes a la lectura, gestores de cultura, impresores, diseñadores y distribuidores de textos. Y, desde luego, de apropiación ciudadana respecto de la búsqueda de renovadas narrativas y de lenguajes disímiles en materia editorial, en donde también se consideró la inventiva infantil a través de rincones pertinentes para su desarrollo lúdico.

Sin embargo de ciertos cuestionamientos por mayor difusión a este acontecimiento y de una mejor adecuación a la infraestructura física destinada para el mismo, no puede soslayarse la importancia de que el Estado asuma su responsabilidad en aras de elevar los niveles del saber y de la costumbre por la lectoescritura. Este enfoque se circunscribe dentro de los derechos culturales tendientes al Buen Vivir.

La FIL no puede limitarse a un suceso coyuntural, sino que debe formar parte de un programa institucional que repotencie la cualidad lectora y abra surcos para el libro como instrumento de emancipación social, ya que su acceso se nota limitado, especialmente por sus costos, que, en más de uno, son inaccesibles para la gente.

La posibilidad de hojear novedosas publicaciones, entrecruzar inquietudes con sus autores y generar interrelaciones en el área lectora, ya de por sí son elementos valiosos que justifican la ejecución de la FIL, que tiene que fortalecerse con el tiempo, a semejanza de otras de reconocida proyección continental y mundial, como en México, Cuba y Argentina. (O)

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