En relación al reciente aniversario de la Revolución Liberal ecuatoriana, vale la pena aclarar varios conceptos. En efecto, esa era una revolución liberal porque el liberalismo latinoamericano del siglo XIX se caracterizó por la separación entre Iglesia y Estado, así como por el laicismo en la educación.
Nuestro liberalismo había tenido su origen en Europa, en las ideas previas a la Independencia de Estados Unidos y a la Revolución Francesa, sintetizadas en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Esta declaración sigue siendo hoy la gran inspiradora de todas las demandas de igualdad de derechos. El anhelo humano de justicia social ha tenido en el liberalismo una brillante expresión. La palabra pone el énfasis en la libertad porque la desigualdad tradicional impedía a la mayoría de los humanos ejercer su libertad.
Por eso es coherente que Eloy Alfaro haya sido liberal y haya luchado por la justicia social. En América Latina, y particularmente en Ecuador, la oligarquía terrateniente de la época confundía sus intereses económicos con los de la Iglesia católica, por lo cual en ese momento justicia social y Estado laico eran objetivos íntimamente vinculados.
Entonces, no hace falta poner el énfasis en la palabra “radical” para referirse al liberalismo de Alfaro, si se enfoca el tema desde un punto de vista conceptual.
Algo diferente es que se encuentren incoherencias entre el concepto de “liberalismo” y la práctica de algunos de sus militantes, lo cual llevó, por ejemplo, a la persecución y asesinato de Eloy Alfaro y de los otros liberales que murieron con él. El auténtico liberal debía buscar la igualdad de derechos, la justicia social y el Estado laico.
El riesgo de la palabra “radical” es que ella no expresa una posición política en particular, sino que puede acompañar a cualquiera: se puede decir “liberalismo radical”, pero también “fascismo radical”, se puede decir tanto “derecha radical” como “izquierda radical”.
En cuanto a las incoherencias entre teoría y práctica, ellas han sido frecuentes en el transcurso de la historia. El mejor ejemplo de ello ha sido el cristianismo que, inspirado en el ejemplo de humildad y pobreza de Jesús de Nazaret, tiene poco en común con los errores de la Iglesia medieval o con la opulencia del gobierno vaticano.
La Teología de la Liberación surgió en América Latina en búsqueda de coherencia con el cristianismo original. Para dar otro ejemplo de incoherencia, en Ecuador algunos nos quedamos perplejos cuando a fines del siglo XX los que se autodenominaban “liberales” pactaron con el Partido Social Cristiano para formar el Frente de Reconstrucción Nacional que llevó a la presidencia a León Febres-Cordero.