La forma de hablar de una persona es medida inequívoca de su identidad. Por eso es que en la enseñanza debemos enfatizar la importancia del uso del lenguaje, de la expresión correcta, de la lógica, de la precisión y de la consideración por los demás. Nuestro apoyo a los estudiantes mediante el lenguaje que transmitimos estará matizado por las creencias, opiniones, sentimientos y conocimientos que tengan los estudiantes, pero nuestra labor como académicos y tomando en cuenta todos estos factores es crucial en la adquisición de un lenguaje más rico en expresión y contenido.
De lo que conozco, en las culturas orales de la Amazonía saber expresarse elocuentemente es un rasgo tan esencial entre los shuar, por ejemplo, como lo es saber cazar. Solo el que sabe las virtudes del discurso puede ser un líder entre ellos. Ya quisiéramos que nuestros representantes en la Asamblea fueran elegidos con esos parámetros.
Los sociolingüistas relacionan al lenguaje con los antecedentes sociales y educativos de los individuos. Un estudio hecho en Inglaterra, que lo publica la revista Lingua, concluye que los hablantes de diferentes grupos sociales británicos tienen características distintas en el uso del léxico: mientras más alto es el rango social y la educación, mayor es la riqueza léxica, lo mismo que el uso frecuente de adverbios conjunciones y preposiciones. En cambio, mientras más bajo es el rango, el uso es el de un lenguaje restringido.
Una serie de estudios en Michigan, en los Estados Unidos, entre estudiantes que ingresan a la escuela primaria muestran que los niños y niñas en situación de pobreza conocen 10.000 palabras menos que sus compañeros/as de familias de mayores ingresos. Esta situación se puede corregir a través de los años escolares –dicen esos estudios– si a los estudiantes que ingresan con un vocabulario limitado se les enseña suficientes palabras y, en particular, palabras académicas sofisticadas, para cerrar la brecha. El Dr. E. D. Hirsch Jr., profesor emérito de Educación en la Universidad de Virginia, en un ensayo publicado en el City Journal en 2013 argumentaba que expandir el vocabulario de los estudiantes es “la clave para la movilidad ascendente”, porque –entre otras cosas–, los exámenes de ingreso a las universidades así lo exigen. Si aplicáramos estos datos a nuestra realidad universitaria estaríamos en camino de cerrarla.
Ampliar el vocabulario de los estudiantes no es tarea fácil, pero hay muchos beneficios al agregar nuevas palabras académicas a su léxico. Conocerlas es adquirir conceptos: es ampliar la mente. De hecho, de palabras está hecho el conocimiento. Un vocabulario avanzado genera inteligencia y fomenta el éxito en el aula y en el futuro lugar de trabajo. Cuantas más palabras sepan los estudiantes, más eficiente será su cerebro para hacer conexiones significativas entre objetos, ideas y conceptos. Esto, por supuesto, es la esencia de la inteligencia.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros estudiantes a ampliar su vocabulario? Por mucho que se quejen, el dar tareas de lecturas continuas es una de las mejores formas. La lectura expone al estudiante a palabras académicas que usadas en contexto son absorbidas en su vocabulario. Pero es indispensable que los docentes apoyen a los estudiantes con listas de palabras-conceptos clave para que los estudiantes las repasen y las internalicen. La lista debe contener las palabras más importantes y sus significados en relación con el tema tratado. Y se las puede compilar utilizando diccionarios de idiomas estándar, así como diccionarios especializados, de ser necesario.
Los cursos universitarios deben exigir mucha escritura. Los informes escritos no se deben limitan a las clases de Lengua o Literatura; los trabajos de investigación requieren de que los estudiantes produzcan monografías, ensayos e informes, sin importar cuál sea la especialización. Para tener éxito en cualquier materia, los estudiantes deben dominar la comunicación escrita, lo que incluye el uso de las palabras del vocabulario académico de manera adecuada y fluida.
El lenguaje académico tiene un nivel de abstracción mucho más alto que el lenguaje cotidiano, por ello es necesario que enseñemos lo que significa abstraer. Por otro lado, es necesario que los estudiantes utilicen un lenguaje formal impersonal. Además, como el vocabulario que se utiliza es especializado, hay que instruir a los estudiantes para que utilicen variaciones léxicas que den cohesión al discurso o al texto escrito eliminando repeticiones de palabras de tal manera que las ideas fluyan.
Otros aspectos del lenguaje académico –ya que apunta a la transmisión de conocimiento– es que debe tener una función informativa, lo que demanda objetividad, especificidad, claridad e intertextualidad. Es siempre necesario en la investigación incorporar otras voces (expertos, autoridades en la materia, teóricos), por ello es indispensable enseñar cómo se citan las fuentes.
Se necesitaría de varios artículos para seguir hablando de la enseñanza académica en cuanto a incrementar vocabulario, enseñar lenguaje y hacerlo preciso. Mientras tanto, tomemos la metáfora del lenguaje como espejo de la mente humana de Noam Chomsky: el tamaño del lenguaje que adquieran nuestros alumnos será el reflejo de lo que hemos logrado que aprendan.