Con las debidas disculpas, me voy a permitir iniciar este artículo con una perspectiva personal, quizás porque esa es la única mirada legítima acerca de la vida y la muerte. Hace algunos años, el día que sustentaba mi tesis doctoral en Flacso, en un pequeño auditorio, y con pocos académicos y estudiantes -como suelen ser estos eventos- de pronto ingresó al recinto Gonzalo Abad. Fue un honor su presencia y, a la vez, un reto sustentar mis hallazgos de investigación en su presencia.
Gonzalo Abad se encontraba en el auditorio porque, además de ser un querido amigo, fue el fundador de Flacso, y nos graduábamos las primeras promociones de doctorado. Flacso, un sistema internacional de posgrado que se abrió en Ecuador en 1975, lo hizo gracias a la iniciativa, gestión y pasión de Gonzalo por las ciencias sociales. Dentro y fuera del país, siempre estuvo pendiente de la suerte de Flacso y las ciencias sociales en el país y la región.
Antes, Gonzalo había tenido otras iniciativas académicas, como fundador y director de la Escuela de Sociología de la Universidad Central. Ocupó altos cargos nacionales como director de la Junta Nacional de Planificación, e internacionales como funcionario del sistema Unesco y su delegado en México. La vida quiso que nos conociéramos precisamente en México, y no en Ecuador. Allí vi en Gonzalo una mente crítica, abierta, cosmopolita. Siempre le preocupó nuestro país, las transformaciones sociales de América Latina, y los más desfavorecidos.
Gonzalo, junto a su infatigable compañera, Cecilia, transitó por un mundo ancho y ajeno, sin olvidar jamás a Ecuador y sus raíces.
Pude constatar de cerca su gran versatilidad en París, pues era una persona conocida y respetada en el mundo diplomático internacional. En días pasados, tras su inesperado fallecimiento, asistí a la ceremonia en su homenaje en Flacso y escuché testimonios muy sentidos de académicos, amigos y familiares.
Se fue muy pronto, y de forma sorpresiva. No lo tenemos entre nosotros, extrañaremos su gran personalidad, su inteligencia, su amistad, y su gran sentido del humor. Pero siempre lo sentiremos junto a nosotros, porque nos deja un legado enorme, particularmente para el posicionamiento de las ciencias sociales que el país entero debe reconocer. (O)