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El Telégrafo

“El largo viaje” de Jorge Semprún

10 de junio de 2011

El invierno de  1978, en toda Europa, fue  de los más crudos y fríos de lo que caminaba  el siglo, empero la Alcaldía de Madrid, presidida por el socialista popular  Enrique Tierno Galván, invitó a la comunidad  de la capital española a un seminario denominado  “Literatura del  exilio”, el mismo que encabezaba el intelectual  español Jorge Semprún,
conocido   en la mayoría de los países de habla hispana y francesa  por su aporte a las letras universales.

Las páginas culturales de algunos periódicos, monárquicos como el ABC, vaticinaban el fracaso del evento, en una mezcla de malos augurios por  las transgresiones del clima y del poco interés de lo ciudadanía   por la “historia pasada”, sin embargo, una vez más, los profetas del desastre se equivocaron medio a medio y, al contrario de sus criterios  deleznables, una muchedumbre ávida de  manifestaciones culturales copó  el “Teatro de la Villa” y sus alrededores, en una helada  pero gloriosa noche madrileña.

Así entonces, el prisionero número 44.904, del siniestro campo de concentración  nazi de Buchenwald, estaba frente a nosotros. Los cientos de participantes de este inolvidable acontecimiento académico reconocimos  al protagonista  de cien combates del espíritu, al luchador social tenaz, al humanista  convencido, al escritor talentoso,  constructor con las palabras de monumentos  literarios y, especialmente, al ser humano con una  corriente  de vida y pensamiento  absolutamente coherentes desde  las  raíces  de sus actos cotidianos y durante toda su existencia de valiosa acción creadora.

Semanas después, con la ayuda de un común amigo -el prosista chileno Agustín Palazuelos-, pude acercármele   personalmente, y en su residencia  nos recibió  en su patio solariego, con sendas copas de vino, y luego  conversamos muchas horas. Los hechos dolorosos y relevantes de su vida no estuvieron exentos  en esas  pláticas, aunque nos confesó su reticencia a verter en cuartillas su terrible experiencia en manos de las SS  hitlerianas, en tiempos donde el desprecio por la condición humana era un lugar común, luego se hizo el silencio y abandonamos la estancia conmovidos.

En años posteriores conocimos de su libro fundamental “El largo viaje” con algunos de los pasajes  sustanciales que nos relató en una -para mí célebre- tarde de domingo.

Hoy su existencia física  se ha rendido ante la tierra, pero su largo viaje continuará siempre, siempre.

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