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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

El juego de la acumulación

15 de junio de 2017

Si la historia tuviera que reducirse a unas cuantas líneas, concluiría que a lo largo de unos 40.000 años la humanidad tuvo como su principal desafío la producción de alimentos, pero que extrañamente cambió su rumbo y desde hace unos cinco siglos no ha hecho otra cosa que trabajar para generar capital monetario, un bien incomible.

Nunca antes hubo tanto capital acumulado; nunca antes fuimos tan ricos como ahora. Esa acumulación ha sido fruto del trabajo de millones de seres humanos, cuya energía corporal se transformó, según el momento histórico, en lingotes de oro, moneda metálica acuñada, papel moneda y finalmente en cifras escritas en bases de datos institucionalizadas. Buena parte del capital se ha acumulado como resultado de la explotación laboral y el juego financiero, lo cual ha permitido la formación de fortunas transferidas de generación a generación. Otra proporción del capital se ha originado a partir de actividades ilegales y clandestinas.

En casi todo el mundo existe pobreza, lo que significa que millones de personas carecen de un circulante mínimo para solventar sus necesidades básicas, aunque contradictoriamente sobra el dinero, el mismo que, como sabemos, está muy mal repartido y concentrado en muy pocas personas. Es decir, el problema de la pobreza no se genera por la falta de capital, sino por su distribución y circulación.

Cuando hablamos de capital, solemos sesgar las cuentas parcelándolas por país, olvidándonos de que existe un sistema económico global. Desconocemos en realidad cuánto dinero existe en el mundo, debido -entre otras razones- a que una porción del capital no está contabilizado porque se ha concentrado y reproducido a partir de negocios ilícitos y se encuentra camuflado. Aunque no hay una contabilidad clara, lo que sí se sabe es que gran parte del capital está ‘estacionado’ en  los grandes centros financieros del mundo y en los paraísos fiscales.

Actualmente, el mundo enfrenta graves tensiones entre centros capitalistas, que luchan por la apropiación del capital, al tiempo que presionan cada cual al otro, para que movilicen sus acumulados. Esto indicaría que, quizás, una de las razones de la llamada ‘crisis’ mundial se origina justamente porque sobra el dinero, pero parte de él se encuentra inmovilizado en ciertos ‘garajes’, mientras el sistema necesita que salga y circule, puesto que el motor de este tipo de economía requiere la transferencia para lograr la expansión. Unos capitalistas promueven el movimiento contable del capital, porque su estrategia es reproducir dinero sin trabajo, por medio del aumento del valor de las empresas y acciones; otros pretenden obtener ganancias a partir de fórmulas convencionales basadas en la inversión, actividades productivas y el trabajo, con lo cual se buscaría atenuar el problema del desempleo y lograr, como antaño, que esa energía humana se traduzca en más dinero.

El capitalismo y los capitalistas, incluso el mismo ‘proletariado’ atrapado dentro del sistema, buscarían así destrabar una de las crisis más profundas. La caricatura de esa contradicción presenta a un dios capitalista tremendamente obeso y enfermo, que ha decidido guardar reposo y calma en algún edén perdido, pretendiendo engordar para resistir con su peso descomunal a las mismas fuerzas huracanadas que lo crearon. ¿Quién podrá con aquel gordo en su paraíso? (O)

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