Es por todos conocido que la pandemia del coronavirus nos ha afectado de manera sustancial y en algunos casos irreversible, lo hemos palpado en el ámbito de la salud y por supuesto en otros sectores que han sido directamente afectados como el de la economía.
Sin embargo, no siempre se ha prestado atención a otro tipo de impactos como el que ocurre en el área de la educación, con cientos de miles y hasta millones de niños y jóvenes fuera de las aulas escolares, con pérdidas irrecuperables en el área de la capacitación y el conocimiento, con altas tasas de deserción, con graves afectaciones psicológicas, con vacíos, falta de dedicación, huecos que difícilmente van a llenarse.
Si sabemos que desde marzo del 2020, todo el sistema escolar tuvo que reenfocarse hacia lo que se llama educación a distancia y educación online, sin una previa preparación y aprestamiento, con deficiencias enormes en la conectividad en buena parte de hogares ecuatorianos, con carencias en cuanto a la disponibilidad de aparatos tecnológicos que garanticen el que niños y jóvenes y hasta maestros puedan conectarse de manera adecuada a las aulas virtuales, así también como muy escasa y a veces nula capacitación de los maestros en el manejo de tecnologías digitales, uso de plataformas y facilidades para que las clases se dicten de manera remota, nos damos cuenta de la envergadura del problema.
UNESCO habla de un retroceso de diez años en el sistema escolar y tal vez se quede corto. Por ello es indispensable el retorno a clases de los estudiantes de los diferentes niveles, debió hacérselo antes. En el Ecuador se ha hablado mucho de la reapertura de restaurantes, playas, espectáculos y hasta de bares y cantinas, pero poco de la reapertura de escuelas. Siempre pensé que lo último que debían cerrarse eran las escuelas y lo primero en abrirse.
Las razones vienen dadas por la enorme catástrofe que vivimos en la educación y que le costará muy caro al país, tanto en términos sociales como económicos. El retroceso en educación se sentirá durante las próximas décadas.
Por supuesto que el retorno debe ser cuidadoso, tomando en cuenta las prescripciones en cuanto a los temas de la salud, con el lavado de manos, el uso de mascarillas y el distanciamiento físico. Se sabe que los niños han sido menos proclives a desarrollar la enfermedad y si la contraen hay menos sintomatología y peligros, lo que no quiere decir que se descuiden las precauciones máximas, pero si no hay retorno a las aulas, no hay esperanzas.