La mató descuartizando todos sus recuerdos. Cortó a pedazos sus noches y sus días y muerta ya con olor a muerte, la metió en una funda y luego la echo a un botadero de basura. Para eso necesito la tijera y la linterna. La realidad es más cruel que cualquier ficción.
Discutieron y luego la golpeó hasta matarla. Ya muerta le partió la vida a pedazos; dónde antes había belleza y feminidad, el criminal colocó violencia y masacre. La trató como un animal salvaje, no tuvo piedad, ni compasión ni medida ni límites.
No tuvo respeto, no tuvo decencia: le arrancó a la flor sus hojas, su tallo, su olor, su aire y su tierra y luego le echó cianuro. Hasta Dios se asusta del ilimitado poder de la maldad humana.
El asesinato de la Sra. Bernal es un crimen de estado: ocurrió dentro de las instalaciones de una unidad policial y es la policía nacional la responsable de su deceso. Hay llanto en los cielos, la vergüenza cae y recae sobre un estado que no nos brinda protección ni amparo peor seguridad.
¿Qué más tiene qué pasar para parar está violencia criminal? Indolentes, inútiles, indiferentes. (Padres e Hijos de serpientes y alacranes atacando un salón de infantes). No la devolvieron viva a la Sra. Bernal. Ya está muerta y muy pronto pasaremos la página y todo "ya es historia" y estamos condenados a repetir el dolor.
Perdón Sra. Bernal; María Bernal de la muerte y de la violencia que no tiene ni fin ni descanso. El dolor sin fin: el país llora tú partida María Bernal.