Historias de la vida y del ajedrez
El hombre nuclear es colombiano
Estuve en la prisión de Landsberg, en Alemania. Allí, en alguna de las celdas, estuvo encerrado Adolfo Hitler y escribió Mi Lucha. Las páginas de ese libro costaron unas 70 millones de muertes. Estuve en esa cárcel como visitante casual, y compartí con un prisionero una partida de ajedrez. Me habló en alemán, en ruso, en plan de broma, y luego con un marcado acento colombiano, él mismo me contó su historia. Allí lo llamaban ‘El Hombre Nuclear’. Era un colombiano de un pueblecito de 2.000 habitantes. Se llamaba Justiniano Torres Benítez.
Su carrera hacia la cárcel la inició como ascensorista y luego como mesero en Bogotá. Allí, en un restaurante de categoría, conoció a un político colombiano y le confesó: “Quiero estudiar medicina, pero no tengo una moneda en los bolsillos”. Era 1977 y el político le consiguió una beca para la URSS. Pero para estudiar veterinaria. “No hay problema. Allá yo me hago cambiar para medicina. Lo que yo quiero se cumple”, dijo Justiniano, y arrancó para la URSS. Sus notas brillantes le permitieron estudiar medicina, especializarse en cancerología y cirugía de cáncer, ganar campeonatos de ajedrez, y hacer contacto con ministros poderosos. Volvió a Colombia y no le fue fácil trabajar de médico, por el título no validado. Y empezó con los negocios.
Representó a una firma vendedora de helicópteros -alguno se cayó- y luego intentó con armas, para el ejército colombiano: Con la caída apocalíptica de la URSS, se compraban ametralladoras a 100 dólares. Enseguida, componentes atómicos fueron robados de los laboratorios ultrasecretos, y pasaron al mercado negro. Un día en Munich, fue capturado en el aeropuerto. Venía desde Moscú con una carga de plutonio para vendérselo a un grupo clandestino que quería hacer una bomba atómica. Era una trampa del servicio de inteligencia alemán. En el avión viajaba el viceministro ruso de asuntos atómicos. Pura coincidencia.
Justiniano se iba a ganar casi 300 millones de dólares y se ganó la cárcel. Tras varios años en prisión, ahora es un hombre libre y yo sé dónde se encuentra. Pero no les voy a contar. En ajedrez, como en la vida, me lo dijo Justiniano, uno cae en trampas por querer ganar demasiado.