Había leído hace algunos años uno de los libros escritos por el psiquiatra y escritor brasileño Augusto Cury, por ello cuando encontré un nuevo título decidí dedicarme a su lectura con verdadero entusiasmo. Así, comencé a leer “El hombre más inteligente de la historia”, con curiosidad por saber cómo iba a desarrollarse la trama.
Luego de concluirlo, debo confesar que es una de las más desafiadoras, inquietantes y satisfactorias lecturas que he realizado en los últimos tiempos, la trama se desarrolla a manera de novela y va inquiriendo, analizando, desmenuzando a través de un panel de expertos, la vida de Jesús; desde antes de su nacimiento, con la marcante y decidida personalidad de su madre María, va analizando de una manera vívida cada pasaje de esta vida diferente.
El aspecto fundamental del que trata el libro es el análisis de la inteligencia emocional de Jesús, cómo enfrenta y resuelve los problemas, las fortalezas que lo acompañan a lo largo de su vida para sobrepasar las vicisitudes de quien cambiaría para siempre la historia de la humanidad.
Esa aproximación a la personalidad de Jesús, desde un punto de vista meramente humano, tratando de hurgar en su psicología, de descubrir sus fortalezas y debilidades, es enteramente fascinante.
La forma en la que estos descubrimientos van dándose es a través de una especie de panel o mesa redonda en la que por un lado están dos creyentes y por el otro, los dos ateos, todos ellos son conducidos por la brillante personalidad del psiquiatra que entrega en cada capítulo del libro, en cada sesión de discusiones, sus descubrimientos pero también sus análisis que lo llevan a encontrar que efectivamente, desde un análisis humano, Jesús es la persona más inteligente de la historia.
En medio de las banalidades y futilidades de mucha literatura, de seriados de televisión o de Netflix o de la baraúnda de las redes sociales, resulta refrescante, también apasionante, encontrar un libro que desafíe nuestros conceptos y hasta preconceptos y nos ponga en una ruta de la que indudablemente salimos más sabios, pero al mismo tiempo más deseosos de conocer, de aprender más.