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El Telégrafo

El hijo del carpintero

05 de diciembre de 2011

Antes de tu nacimiento, tus padres tuvieron que dejar su modesta casa para protegerte. En tierra extraña no tuvieron un lugar para hospedarse. En un establo en donde estaban asnos, ovejas y vacas encontraron un rincón. En ese rincón naciste.

Herodes -enfermo de poder y soberbia- te perseguía. No podía aceptar un nuevo Rey. Por eso dio la orden de matar a todos los niños de tu edad.

Pasado el peligro, en tu niñez pobre, tuviste amigos de tu misma condición. Los niños ricos vivían en otros barrios. En el taller ayudabas a tu padre a medir, cortar, cepillar y dar el acabado a las obras que encargaban los vecinos. 

A los treinta años iniciaste la extraordinaria tarea: dar a conocer los principios de la Revolución del Amor y la Solidaridad. Tu equipo de trabajo fue de gente sencilla. No fue difícil estructurarlo porque a los elegidos les dijiste: “Deja todo y sígueme”.

Cuando, látigo en mano, expulsaste a los mercaderes-especuladores-codiciosos del templo, firmaste tu sentencia de muerte porque destruiste sus “negocios”. En cambio el pueblo te creía, te seguía, te amaba. Por eso los lacayos del imperio te declararon blasfemo y subversivo. La conspiración comenzó: las cúpulas religiosas y los políticos serviles te declararon su enemigo.

En todas partes hay traidores y tu grupo de confianza no fue la excepción. Treinta monedas fueron  suficientes para despertar la codicia y adormecer los principios. Se inició el juicio: de los tribunales de tu país pasaste a las leyes de Roma. Luego del lavatorio de manos del representante del imperio, tus compatriotas te condenaron a morir en una cruz.

Felizmente tus mensajes los seguirán transmitiendo Helder Cámara, Leonardo Boff, Frei Betto, Óscar Romero, Leonidas Proaño, Pepe Gómez, Alberto Luna, Pedro Pierre y otros más. Tu palabra está presente en la Teología de la Liberación, en la Iglesia de los Pobres. Hoy te necesitan en Irak, Afganistán, Palestina, Libia, Siria. Te necesitan los que tienen hambre en África.

En estos tiempos, tu cumpleaños se ha convertido en un gigantesco mercado. Te han dejado, nuevamente, abandonado en un rincón. Los usureros-especuladores-codiciosos se han “modernizado”: ahora someten gobiernos y quiebran países. Es probable que en el mundo actual el látigo no sea suficiente.

Si hoy retornas, te declararán subversivo socialista y te condenarán nuevamente a la muerte. Pero esta vez Tú los derrotarás, porque serán millones de expoliados, invadidos, desempleados, hambrientos e indignados los que formarán parte de tu ejército victorioso.

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