El anterior 15 de octubre, los ecuatorianos elegimos en comicios anticipadas a Daniel Noboa Azin como Presidente de la República quien gobernará por alrededor de dieciséis meses. El joven empresario y político sorprendió primero pasando al balotaje y luego imponiéndose aún cuando las encuestas inicialmente no lo preveían. Su estilo fresco, no confrontativo y alejado de la retórica habitual convenció a ese gran electorado compuesto de jóvenes principalmente. Tanto su programa como su procedencia responden a una visión liberal de la economía, y de ahí parte de la sorpresa que a pesar del desgaste del gobierno saliente el péndulo del electorado no osciló a una opción ideológica antagónica.
El tiempo apremia y por la naturaleza de su mandato de transición deberá priorizar y sentar las bases de una reforma política y económica estructural de largo plazo, en tanto que los incentivos para gobernar a corto plazo estarán como tentaciones para conseguir el favor popular en 2025.
El gobierno saliente deja lecciones sobre qué no hacer, no puede darse el lujo de esperar que su capital político se erosione y convocar tarde a una consulta popular para reformar la constitución en aspectos de importancia capital. No puede perder esta oportunidad. Aspectos cruciales deben reformarse como la participación de las Fuerzas Armadas en la seguridad, la elección de las autoridades de control, la independencia del Banco Central. En este respecto, algunos connotados analistas afirman que una forma efectiva de afianzar la dolarización sería la eliminación de esta entidad que siempre estará ahí como el brazo para instrumentar una salida a la dolarización buscada conscientemente o no.
La reactivación económica es una prioridad, la reciente experiencia ha demostrado que la política de austeridad por sí misma no genera crecimiento, que no basta con disminuir los desequilibrios fiscales sin los correctos incentivos para que el sector privado se dinamice, que el deterioro de los servicios públicos pasa por una reingeniería que priorice la calidad del gasto. En este sentido, el replantearse las metas fiscales con los multilaterales es urgente para contar con un programa económico plausible y tener tiempo y oxígeno para un período corto de gobierno. Sin una política de seguridad efectiva la ansiada recuperación económica será más lejana, esto pasa por cero tolerancias a la corrupción e impunidad, la depuración la fuerza pública y la función judicial es urgente. La cooperación internacional en esta materia deberá implementarse por la dimensión de la criminalidad que nos golpea.
Las reformas estructurales están pendientes en materia tributaria, de seguridad social, en los mercados laborales, en el sector energético. La focalización de los subsidios a los combustibles sigue siendo un problema que todos los gobiernos lo han aplazado. La salud pública requiere una intervención integral y la educación a todos los niveles debe ser repensada, esta es la herramienta sustancial para transformar el país a largo plazo. Existen realidades lacerantes que no pueden esperar como la mal nutrición infantil y el desempleo que expulsan a compatriotas a emigrar arriesgando la vida buscando un porvenir.
Otro reto que enfrenta el nobel presidente será deslindarse de los intereses de los grupos corporativos y de poder que intentarán cooptar su gestión y actuar de forma patriota e independiente con visión de país de largo plazo.
La sociedad ecuatoriana tiene puestas sus esperanzas en que la gestión del nuevo gobierno esté a la altura, Noboa tiene la obligación y la oportunidad de pasar a la historia como un estadista y no como un gobierno más.