A lo largo de esta semana, y propiciado por la Universidad Internacional de la Rioja, precisamente en la cuna de esta universidad, en la ciudad de Logroño, se llevó a cabo un evento en el que se discutió el futuro de la educación, fundamentalmente de la educación superior.
Tuve la fortuna de participar en un panel en el que estuvieron presentes rectores de universidades ecuatorianas y peruanas y en todas las exposiciones se puso de manifiesto la relevancia de la educación de calidad para el desarrollo de los pueblos, pero también se tocó un tema que, en ocasiones, se obvia y que tiene que ver con algo medular, los valores como sustrato o como base de toda buena educación.
De igual manera, se enfocó la necesidad de capacitar a los profesores, como un paso indispensable para obtener esa educación pertinente, que forme no solamente a buenos profesionales, sino sobre todo a buenos ciudadanos, enfatizándose en esa calidad humanística de la universidad.
La presencia de rectores de universidades de varias partes del continente Iberoamericano puso de relieve la similitud de situaciones, tanto de problemas como de potencialidades, en esta era pandémica o post pandémica, cuando hemos podido sufrir los problemas que la educación ha encarado, sobre todo por la falta de elementos tecnológicos y de conectividad, siendo los sectores rurales y urbano marginales quienes más se han visto afectados.
Las conclusiones apuntan a la necesidad de un trabajo conjunto entre el sector público y el privado, entre la academia y la empresa, con énfasis en la solidaridad que debe imperar si queremos superar el atraso y hasta la involución que la pandemia causó en los indicadores que tienen que ver con la educación.
La reunión de Logroño puso nuevamente en evidencia las similitudes de lo que ocurre en nuestros países y el requerimiento insoslayable de actuar en conjunto si queremos construir sociedades mejores y más equitativas.