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El Telégrafo

El fútbol, fiesta de los ojos (II)

17 de diciembre de 2013

Según Jorge Valdano: “Hay periodistas que cuentan el deporte de un modo superficial, entreteniéndose en lo aparente, empantanándose en lo polémico, recogiendo del fútbol solo aquello que hace ruido”.

Es menester que los comunicadores expongan un discurso narrativo apegado a los hechos, más allá de conjeturas y especulaciones, sin apasionamientos ni lugares comunes, con el objeto de que se generen herramientas válidas en la opinión pública, dejando a un lado estereotipos y notas cargadas de frivolidad. Los medios tienen un enorme influjo social, por tal motivo, su función es transparentar las interioridades de este deporte. Los canales comunicativos deben servir para superar aquel sesgo regionalista que tanto daño ha hecho al fútbol ecuatoriano y denunciar con aplomo la xenofobia reflejada en las canchas. Este y otros aspectos convienen descifrarse con altivez y sentido crítico.

Para Valdano: “El fútbol es un juego infinito en el que cabe toda la complejidad humana, desde los grandes valores hasta las más pequeñas miserias”. Con lo expuesto, en el fútbol también se ve reflejada la conducta de la hinchada -muchas veces no tan virtuosa- y desde las complejidades del hombre, se advierte una paulatina agudización en el comportamiento de los aficionados en los graderíos. La violencia toma cuerpo, por lo cual es pertinente que se cumplan estrictamente las disposiciones legales vigentes y, sobre todo, que se efectúen acciones de control predestinadas a evitar grescas extrafutbolísticas. La ausencia de la gente en los estadios se debe al juego irregular y a los malos resultados de los clubes, pero también a ese brote cuasi delincuencial, producto de un fanatismo exacerbado. Ante todo, deben primar el respeto y la consideración al rival. Las barras deben inculcar en sus adeptos que el gozo del fútbol no puede empañarse por actitudes hostiles y antisociales. La asistencia del hincha en una jornada dominical viene muchas veces acompañada del componente familiar, ratificando la prevalencia de un momento de distracción, antes que de asuntos antideportivos.

La crisis monetaria en el fútbol local ha redundado en gran parte del desempeño de sus protagonistas: los jugadores. Sin embargo, hay que destacar que, pese a la impuntualidad en sus haberes y del malestar que ello acarrea en sus compromisos personales, supieron desempeñarse con mística en el año que concluye. Es impostergable que en el futuro inmediato la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) intervenga como instancia mediadora para contribuir en soluciones viables, al igual que debe existir desde la institucionalidad pública niveles de fiscalización en el manejo de recursos, toda vez que se atenta contra los derechos de los trabajadores del fútbol.

Mientras tanto, sigamos creyendo en el fútbol, con el criterio de Galeano, “como fiesta de los ojos que lo miran y como alegría del cuerpo que lo juega”.

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