Por lo general, los momentos constitutivos de un país están acompañados de grandes sueños. El de la Revolución Liberal fue el trazado de ferrocarriles, soñado por Alfaro como un medio para unir y llevar a la modernidad a un país fragmentado y dominado por el gamonalismo. Proyecto grandioso, retó a la geografía convirtiéndolo en el “más difícil del mundo” y desafió los intereses y mentalidades coloniales que se le opusieron tenazmente: desde terratenientes hasta arrieros, pasando por ciertos liberales que acusaron a Alfaro de pretender “saquear la Nación” y hasta de “traidor a la Patria”, ni qué decir de los curas que estigmatizaron al ferrocarril como “engendro del demonio” y “signo infernal”.
Sueños también han acompañado a la Revolución Ciudadana como momento constitutivo de una transición hacia un nuevo tipo de sociedad. Uno de ellos es Yachay, un proyecto que piensa en grande por el país, pues su objetivo es articular en una Ciudad del Conocimiento a la Universidad Yachay, institutos de investigación, centros de transferencia tecnológica y empresas, todo ello para contribuir al cambio de matriz productiva del país, que no es sino el “cambio de estructuras” con el que siempre ha soñado la izquierda.
Pero también como el ferrocarril de Alfaro, Yachay ha recibido una tenaz oposición, llegando a decirse que “va a matar la investigación” universitaria, pretendida descalificación que oculta la competencia por recursos y una mentalidad dominada por el determinismo económico, la pasividad y la autocomplacencia. Justamente por ello, ni las universidades ni el empresariado concibieron algo parecido a Yachay. Pero cuando nace este proyecto que cuestiona nuestra mentalidad estrecha, pesimista y subordinada, se lo califica de “imposible”, en lugar de asumir el reto de hacer posible ese “imposible”.
Esta semana el gobierno de Moreno presentó un informe sobre Yachay que ha puesto la monta en sus falencias de operativización, sin defender la importancia estratégica del proyecto global: la Ciudad del Conocimiento. Ese silencio es significativo, más aún cuando se ha señalado que está “sobredimensionado” y que se lo va a “redimensionar”, actuando con el “sentido común, sin prepotencia”.
¿Qué significa esto? ¿Acaso eliminar componentes? ¿Dejar solo la Universidad? ¿Abandonar el proyecto de la Ciudad del Conocimiento? Es decir, ¿someterse a las creencias de quienes piensan que no podemos desafiar nuestra condición de país “pequeño” y “pobre”? ¿O acaso complacer los intereses de quienes quieren la devolución de las tierras expropiadas? Ya el gerente de Yachay EP ha planteado reducir el trazado urbano de 1.345 a 255 ha, que, según él, sería “lo sensato”. ¿Por qué? ¿Según qué criterios?
Nuevamente la historia nos pone de cara frente a un gran proyecto cuya continuidad nos dirá si el sol efectivamente está naciendo en un nuevo país, o si la Revolución Ciudadana solo ha sido una luz de bengala en la oscuridad oceánica del viejo país que todavía persiste. (O)