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El Telégrafo

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Wilfrido Muñoz Cruz. Economista

El fenómeno de la polarización

19 de febrero de 2025

El grado de polarización política de nuestra sociedad es evidente y la resultante cuantifica hasta qué punto la opinión pública se divide en extremos opuestos que impiden generar consensos, conducen a un estancamiento legislativo, que dificulta la aprobación de políticas y reformas cruciales que promuevan el desarrollo y progreso social en temas trascendentales como: seguridad, educación, pobreza, empleo. También requiere examinar los efectos sobre la gobernabilidad, cohesión social, desarrollo económico y la consolidación democrática. 

La polarización debe ser examinada como un fenómeno del ecosistema político que divide a la sociedad porque abandona el espacio de resolución de conflictos y conciliación de diferencias. Se trata de algo que ha venido incubándose y que actualmente es una realidad asentada sin visos de desvanecerse a corto plazo. Se discute aún si esta circunscripta a las élites políticas, intelectuales, mediáticas, o si ésta atraviesa a la población en general. Sin embargo, revela la existencia de fisuras profundas con efectos concretos sobre la dinámica de la competencia política, puede disuadir la inversión y exacerbar las desigualdades socioeconómicas.

No cabe duda, que es peligrosa sobre todo cuando existen líderes demagógicos que a través del discurso polarizan a la sociedad que se deja medir por el nivel de ingresos, y ven como antagonistas a quienes están distantes y, por ende, pertenecen a otra clase social. Desde un enfoque estadístico, sucede cuando aumenta el tamaño de las clases alta y baja, al tiempo que la media se reduce; la población se agrupa en torno a polos distantes.

Todo parece polarizado: las divisiones ideológicas entre la ciudadanía, las organizaciones políticas, las instituciones, las pre­­ferencias de la sociedad en distintas dimensiones (económicas, sociales y culturales). Empero, la razón es que las prioridades de los votantes son muy distantes a las propuestas de los candidatos o el partido con el que identifican. La consecuencia podría ser un aumento en la antipatía hacia el sistema político y a quienes lo representan, los ciudadanos se vuelvan cada vez más rencorosos y descorteces en sus interacciones (no votaré por tal, sino en contra de tal).

Es complejo buscar una definición precisa desde la mirada ideológica, algo que en su día califiqué como “Travestismo político”  (Muñoz, 2019), en un mundo que quizás ya no responda al esquema clásico. Cada cierto tiempo pasamos como en una formación militar, “giro a la derecha”, luego, “giro a la izquierda”.

Ahora bien, las redes sociales con la lógica del algoritmo favorecen la baja exposición a argumentos que producen disonancia cognitiva y afectiva con nuestros consumos, se ha puesto de manifiesto la posverdad y fake news; la desinformación cambió en su escala y la capacidad que tiene de masificarse y diseminarse en las plataformas digitales, que resulta en una pelea contra públicos mal informados que ya no comparten epistemologías. Aquí “la verdad” se presenta solo como una de las opciones posibles y los medios se confrontan al dilema que genera la brecha entre lo que relatan y aquello en lo que sus audiencias “dan – me gusta”.

La red X, que visualiza las élites políticas y periodísticas (sin ser la más masiva), es el escenario principal de oposición política. Se perdió la crítica mediática que otrora hablaba en nombre de “la gente”, llegó la época de los periodistas estrella que toman postura, es un espacio donde se genera la disputa política, enfocada no en la competencia, sino en la destrucción del adversario, evidenciando que las ideologías producen mentalidades obcecadas que asumen tener dogmas materiales que no necesitan demostración y presuponen que todo opositor está en el error sin que eso requiera ser demostrado.

En una democracia que no entrega beneficiosos concretos a la ciudadanía, donde se priorizan intereses particulares sobre el bienestar nacional, la polarización puede socavar la legitimidad y eficacia de las instituciones democráticas, acelerando su debilitamiento y erosionando el Estado de derecho. Ahora tenemos una sociedad más politizada y los próximos gobiernos tendrán la tarea de despolarizar la sociedad sin despolitizarla, mejorar la educación cívica son esenciales para fomentar una ciudadanía informada y comprometida, los políticos deben responder adecuadamente a los desafíos y necesidades de la población, garantizar la transparencia y defender los principios democráticos contra tendencias autoritarias.

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