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El Telégrafo

El estribillo de Obama: “Nosotros, el pueblo”

27 de enero de 2013

Hubiera querido que uno de los reiterados: “Nosotros, el pueblo”, que el presidente Obama tomó de la Constitución como recurso poético para su elocuente discurso de posesión, hubiese sido también con respecto a América Latina y el Caribe, reconociéndonos iguales. Al menos como gesto de gratitud con el voto hispano al que tanto debe.

Pero sería  pedirle peras al olmo, y por dos razones. Una estructural: para el imperio, lo que hay de México hasta el Polo Sur no es un pueblo hermano sino   su patio trasero, reserva de recursos naturales y de oportunidades para sus transnacionales, que son las que detectan el poder en los EE.UU.

La otra razón tiene que ver con el sentimiento. Su discurso fue emotivo. Él sabe de efectos oratorios, pero tenía que salirle del corazón. No hubiera dicho “Nosotros, el pueblo” refiriéndose a iraníes, palestinos, coreanos del Norte y a otros del siempre vivo “Eje del Mal”, como tampoco reseñando a quienes están conformando Unasur, la ALBA, una OEA sin EE.UU., en plena descolonización mental.

Cierto, nos mencionó para decir “apoyaremos la democracia desde Asia hasta África; desde las Américas hasta el Medio Oriente”, pero no en referencia a unas Américas donde todos seamos iguales. El término América está reservado para los gringos.

Tampoco se dirigió a las Américas con uno de sus “Nosotros, el pueblo”, cuando dijo que entendía que América “no puede tener éxito cuando unos pocos, que cada vez son menos, viven bien y que las mayorías en aumento apenas si salen a flote”, ni cuando añadió: “Creemos que la prosperidad de Estados Unidos debe descansar sobre los hombros de una pujante clase media”.  Conocido es el aporte de hombros del mundo explotado.

Mostró coraje para tratar y resolver las diferencias con otras naciones de manera pacífica, “porque el involucramiento puede funcionar mejor para borrar las sospechas y el miedo”. Tendrá entonces que dar contraórdenes a la CIA y a la DEA, instrumentos de terror. Lo positivo es que Obama reconoció lo funesto de las desigualdades.

Oportunamente, en la mañana de su discurso, Joseph Stiglitz publicó en el New York Times  la coumna de opinión titulada “Inequality is holding back the recovery”, en la que el economista expresa su malestar por la creciente división entre el 1% y el resto, una desigualdad no solo de ingresos sino de oportunidades.

Pero se me acaba el espacio. Solo añado que “juntos”, como quiere Obama
con los suyos, de nosotros podría descubrir que valemos y cuánto apreciamos la soberanía.

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