Llega diciembre y con el mes, los vientos gélidos y las lluvias escasas de este año. Es un mes de exámenes y comienza a oler a tierra húmeda, las vacaciones se aproximan. Para los niños y adolescentes es el mes más importante de todo el año. El espíritu navideño comienza a tomar sus pequeños cuerpos. Son días en los que la felicidad más cerca de los corazones infantiles se puede encontrar. Huele a sorpresa, regalos, golosinas, cantos y juegos que nunca podrán ser olvidados.
Cuando pasan los años, para muchos se vuelven días tristes, porque conciencian el paso inexorable del tiempo. Miramos con profunda nostalgia como se nos fue entre los dedos de las manos ese tiempo eterno, infinito e inmortal de la alegría y la felicidad navideñas.
Guardamos celosamente en nuestro interior ese querer no dejar de ser niños. Esa mirada prístina, cristalina, ingenua, inmaculada e inocente de ser felices como un abrazo, una mirada, un te quiero, un siempre estoy a tu lado.
La mayoría hemos sido formados dentro de los principios cristianos. Practicantes o no practicantes, vivimos estas fiestas con un vapor de cristianismo en nuestros hogares. Y aunque no necesariamente la palabra felicidad nos direccione hacia ese espíritu religioso. Es la palabra más pronunciada en estos días. Deseamos que todo sea felicidad.
El vocablo ha cobrado varios sentidos. Quizá el más extendido sea aquel que identifica la felicidad con el consumo de bienes. Y este, de ninguna manera se referirá al hecho histórico más importante del cristianismo como es el nacimiento de Jesús.
La palabra Navidad tiene del origen latino “Nativitas” que significa nacimiento y que nos recuerda que Dios vino al mundo como un bebé. Son días para practicar la generosidad y la amistad y demostrarlos a las personas que nos importan más. Son días para vivirlos más en familia que en cumplimiento de actos sociales.
El sentido pagano de la Navidad se ha ido imponiendo sobre el sentido cristiano. Este derroche de consumo y saturación de los sentidos que se vive en diciembre, se identifica más con el origen de celebración y veneración al dios de la agricultura, Saturno. Eran unas épocas en que se invertía el normal orden social. Se clausuraba las instancias de administración de la justicia, los excesos estaban permitidos y se concelebraban con intercambios de regalos.