Una vez que el promotor del eslogan “Make America Great Again” y líder republicano Donald Trump ha logrado su objetivo de regresar a la Casa Blanca para gobernar Estados Unidos, quedan análisis por realizar, temas por discutir y lecciones que anotar. Trump, figura polémica por su estilo, convenció a amplios sectores de votantes tras una larga y costosa campaña; obtuvo el voto latino y el de los trabajadores poco cualificados, más con la verdad en el discurso que con elaboradas ofertas y manipulación mediática.
Trump se ha mostrado como es, se puso del lado del pueblo acusando a las élites de arruinar las oportunidades de la clase media, usó el lenguaje común de la gente, se enfocó en la economía y la migración ilegal generando interés de grandes conglomerados; a diferencia de su rival demócrata Kamala Harris, no ahondó en asuntos relacionados con políticas de identidad o el aborto. Sus electores castigaron a una clase dirigente fracasada, buscando algo nuevo y diferente que les sirva mejor.
Ante la incertidumbre surgida, voces expertas alertan del surgimiento de dudas sobre la eventual defensa del nacionalismo, autoritarismo, descrédito al multilateralismo y la diplomacia de valores y principios, debilitamiento de un orden internacional basado en reglas e instituciones que trabajan por la gobernanza global como la ONU, la OTAN y la UE, cercanía con líderes políticos y empresariales acólitos de la ultraderecha y el populismo lo que supondría privilegiar el mercado y el capital sobre la democracia, confusión entre intereses privados y públicos; desregulación de las grandes tecnológicas, bancos y criptomonedas, debilitamiento de la lucha contra el cambio climático.
Esta reciente elección es como un espejo ante el cual muchos candidatos querrán mirarse para los próximos comicios de nuestro país; pero antes deben reflexionar sobre su misión fundamental: conectar con el pueblo para atender sus urgentes demandas, y cuidar la democracia.