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El Telégrafo
Katu Arkonada

El escenario perfecto para López Obrador

03 de abril de 2018

“A Los Pinos, o a La Chingada”. Con esa frase ilustra Andrés Manuel López Obrador su futuro cercano. O gana las elecciones el 1 de julio y se gana el derecho a utilizar la residencia presidencial de Los Pinos, en Ciudad de México, o en caso de perderlas, se va a La Chingada, su finca en Palenque, Chiapas.

Hasta el momento, nada puede ir mejor para el político tabasqueño en su tercera candidatura presidencial cuando faltan 3 meses para una elección presidencial cuyo período de campaña comenzó oficialmente el 30 de marzo. Hace meses que lidera todas las encuestas, no importa qué consultora las haga, y actualmente mantiene una ventaja de en torno a 10 puntos sobre el candidato que le sigue, Ricardo Anaya.

Pero mientras que AMLO continúa un ascenso lento pero imparable, Ricardo Anaya se ha visto salpicado por un escándalo de lavado de dinero, tras denunciarse que compró un terreno a un empresario amigo por $ 500.000, y 2 años más tarde se lo vendió al mismo empresario por casi $ 3 millones. Un importante incremento del patrimonio para un político de 39 años.

Por si fuera poco, Anaya es candidato de una coalición entre el histórico partido de la derecha mexicana, históricamente relacionado con el nazismo, y el PRD, el partido que representaba a la izquierda electoral, hasta la llegada de Morena, en un claro proceso de descomposición política. Una coalición en principio sin coherencia ideológica, que sigue el modelo de Catch-all party, impulsado por un sector de las élites mexicanas ante el descontento de la ciudadanía con la corrupción institucionalizada en el PRI, partido de gobierno.

Del 30 de marzo al 27 de julio –que comienza la veda electoral–, la batalla va a ser principalmente mediática. Y si esa guerra comunicativa logra reducir lo suficiente la ventaja entre López Obrador y el segundo candidato mejor posicionado, el 1 de julio podría ser el día en que se consume el fraude electoral más grande de la historia, con la compra, primero, de millones de votos, y después quién sabe si mediante otros tipos de fraude ya ensayados en el laboratorio que supusieron las elecciones en el Estado de México en 2017. (O)

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