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El Telégrafo

El ecologismo de los pobres

26 de julio de 2011

El ecologismo no es nuevo ni infantil, es mayor de edad, adulto y sereno. Se lo planteó hace 40 ó 50 años y ahora ya es una idea primordial del siglo XXI.

Como explica el destacado economista ecológico catalán Joan Martínez Alier, el ecologismo no es un lujo de los ricos, sino una necesidad de los pobres de todo el mundo porque, incluso sin saberlo, actúan como ecologistas.

En la India las mujeres del movimiento Chipkko se abrazan a los árboles para que las empresas madereras no los derriben: son ecologistas. En Brasil, Chico Méndez, afiliado al Partido de los Trabajadores y motivado por la Teología de la Liberación, fue asesinado por defender a los recolectores de caucho y a sus bosques: también fue ecologista.

En Ecuador existe un ecologismo popular practicado por quienes, tal vez con tan solo tres o cuatro años de escuela, defienden los ecosistemas de la Costa, de la Sierra, de la Amazonía. El ecologismo de los pobres está presente en los indígenas que luchan desde hace décadas contra los daños ambientales provocados por las empresas petroleras en Sucumbíos y en otros lugares. En la provincia de Esmeraldas, las mujeres defienden los manglares, en donde recogen conchas y cangrejos para su subsistencia. En Ayangue, provincia de Santa Elena, los pescadores artesanales y sus familias defienden el derecho de acceso a las playas (espacio público por excelencia) para pescar la lisa. La emblemática Don Goyo, de Demetrio Aguilera Malta, ya reivindicó para los pobres estos derechos en 1930.

Tal vez esa sea la primera novela ecologista de América Latina.

Sin embargo, afirmar que todos los pobres son ecologistas es insensato. La clave está en que muchos de los conflictos sociales y económicos se originan en la necesidad de supervivencia de la gente, como consecuencia de los daños ambientales que sufre.

Estos conflictos entre economía y ecología nos competen a todos los ciudadanos. Más cuando nos vanagloriamos de tener la Constitución “más verde del planeta”, que convierte a la naturaleza en sujeto de derechos.

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