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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y el ajedrez

El día que a todos nos robaron la sonrisa

Historias de la vida y el ajedrez
27 de agosto de 2015

Empecemos llamando a cada uno por su nombre: Vicenzo Perugia era un italiano patriota y ladrón. Y Eduardo Valfierno era un argentino y estafador brillante. Ambos se juntaron para una noticia que hoy reventaría las redes sociales y nos haría olvidar hasta de un holocausto nuclear. Entre los dos se robaron a la Monalisa, el cuadro más visto en la historia de la humanidad. ¿Robos? ¡Qué tontería! Pensará alguien. Todos los días se roban hasta países enteros. Pero hay muchas historias desconocidas detrás de esta historia.

Primero, Valfierno, el argentino, que se hacía llamar Marqués, recorría Europa vendiendo antigüedades y falsificaciones. Y como estaba arruinado, decidió la gran estafa: robar la Monalisa y vender a seis coleccionistas multimillonarios, una copia a cada uno, que haría pasar como el original. Para eso recorrió la campiña italiana, compró puertas antiguas en madera de álamo, que es la misma en la que está pintada la Monalisa original, y contrató al mejor falsificador. Entonces ordenó seis copias idénticas. Y como Valfierno engañaba con su pinta, viajó 6 veces a Estados Unidos y en cada ocasión pasó una copia de la Monalisa. Era un tipo que impresionaba. Alguien que lo vio cruzar la aduana dijo: “Solo el caminado de ese tipo vale un millón de dólares.” Cuando tuvo las seis copias perfectas en territorio norteamericano, ordenó el robo del original. De eso se encargó Vicenzo Peruggia, un carpintero italiano que trabajaba en el Louvre, nacionalista, y que vivía indignado de que la gran obra italiana estuviera en poder de los franceses.

Un día de 1911, Peruggia, a las siete de la mañana, se acercó a la Monalisa y simplemente la descolgó, la guardó bajo su uniforme de trabajador y ganó la calle. Apenas tres horas más tarde se dio la alarma. Cuando se confirmó el robo, se cerraron puertos y fronteras, el pánico se apoderó de Francia, y hasta un hombre de 30 años, estuvo preso mientras era investigado: se llamaba Pablo Picasso.

Días después del robo, Valfierno, el estafador, se reunió por separado con 6 multimillonarios. A cada uno le vendió una copia que no se distinguía del original, y que él presentaba como la pintura auténtica. Solo después de dos años, Peruggia, el ladrón, fue a la cárcel, cuando quiso vender la obra original. “Es una vergüenza que ningún italiano haya querido recuperar esta obra robada por los franceses,” dijo el hombre que, aunque pagó prisión, fue aclamado como héroe por sus compatriotas. La obra volvió al Louvre. Y esa es una historia que nos devuelve la sonrisa.

Y sonrisas misteriosas, pero elocuentes, también las tenemos cuando cometemos nuestras fechorías en el ajedrez.

1: A3T y sonreímos porque la torre no tiene dónde esconderse.

La Monalisa, otra vez en el Louvre. Y el espacio vacío en la pared que, precisamente por estar vacío, rompió récord de visitas.
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