Verónica de 29 años de edad, estaba embarazada de cuatro meses. Ella y su hijo de tres años fueron apuñalados por el exconviviente de ella. Los cuerpos, desnudos y desfigurados por el ataque, se encontraron en un botadero de basura; para los especialistas, esta forma de abandonar los cuerpos significa el desprecio que siente el asesino por las mujeres y su vida. El verdugo de Verónica recibió una condena de 34 años y seis meses.
Milisen tenía 32 años cuando su esposo acabó con su vida. Antes de asesinarla, disparándole un arma de fuego, él le desfiguró el rostro a puñete limpio. Para los investigadores, que el asesino haya desfigurado el rostro de su víctima, envía tres mensajes: el primero, menosprecia la belleza de la víctima; el segundo, imposibilita que la mujer agrade a otros hombres; el tercero, quién es el que impone las reglas por la fuerza y el que tiene el poder de acabar con dicha belleza. El asesino recibió una condena de 22 años sin agravantes.
Amparo, una mujer de 52 años, fue asesinada por su hijastro de 18 años. Él tomó un bastón de metal con el que golpeó a Amparo y terminó con su vida. El esposo de Amparo y padre del atacante, presenció el hecho y no hizo nada para detener a su hijo, quien recibió una condena de 26 años. Sobre el padre del asesino, la sentencia no dice nada. Analistas consideran que se lo debió incluir como cómplice.
Estos tres casos, ya sentenciados por la justicia, ilustran los ejercicios de fuerza y poder que existen en los femicidios. Nuestras vidas y nuestras vaginas son menospreciadas; ya lo dice Eve Ensler en su obra teatral, Monólogos sobre la vagina: “digo la palabra en sueños, la digo porque se supone que no debo decirla. La digo porque es una palabra invisible…una palabra que suscita ansiedad, incomodidad, desprecio y asco”.
El desprecio y el asco que siente una parte de la sociedad ecuatoriana por las vaginas, cerró el año 2020 con 112 femicidios. La mayoría de las víctimas murió ahorcada, asfixiada o apuñalada; es decir, por la imposición del poder y la fuerza: "yo decido si vives o mueres”. Y pensar que hay quienes se atreven a decir cuando se refieren a la víctima “¿qué haría para que el marido/novio/conviviente la mate?”