Uno de los tantos aciertos de Telesur es haber adoptado un eslogan promisorio y fecundo: “Nuestro norte es el sur”. Los pueblos del continente de la Patria Grande han avanzado mucho en la toma de conciencia de la importancia que tiene la integración de las naciones por donde espiritualmente camina la espada de Bolívar.
Los gobernantes y conductores de esos pueblos optaron por forjar y crear el proceso de integración que, con la base de la ALBA, se concentra en Unasur, que avanza junto con la espada de Bolívar, desbordando las fronteras para integrar al Caribe, a Centroamérica y tratar de llegar hasta el inmenso México, todos ellos impulsando la Celac, como máxima expresión de integración a la que le falta pulir algunas de las aristas que todavía crearon fricciones, que a poco van a desaparecer.
Con los lunares de Honduras y de Paraguay es cierto que se impulsa una nueva mentalidad de solidaridad integradora y democrática entre los demás pueblos.
Cuánto orgullo podemos enarbolar ante la espontánea marea de adhesión que recorre la Patria Grande para llegar con demostraciones de afecto, hermandad y respaldo hasta la figura de Hugo Chávez, transitoriamente afectado por una lucha desigual contra una perversa afectación a su salud, de la que seguramente saldrá victorioso, como todos anhelamos esperanzados.
Desde el primer día de esta última crisis, con la visita del presidente ecuatoriano Rafael Correa, hasta las recientes de Cristina Kirchner, de Argentina, y Ollanta Humala, de Perú, en La Habana; y la comparecencia de Evo Morales, de Bolivia; Daniel Ortega, de Nicaragua; y José Mujica, de Uruguay, a Caracas; además de una serie de cancilleres y ministros de casi todo el continente, ponen en evidencia el grado de afecto que ha despertado el más fecundo líder del bolivarianismo de toda la región.
También las organizaciones sociales -como en Quito, en la Capilla del Hombre, con una misa ecuménica- de muchos países de la región expresándose con cánticos y plegarias por la sanación del Comandante.
El destino de la integración está trazado con fortaleza y solo cabe esperar que ese despertar del sur genere la potencialidad que demanda el equilibrio para un desarrollo armónico para la humanidad con una Latinoamérica independizada del coloniaje imperial.
La defensa de la soberanía de la Patria Grande es insignia fundamental para garantizar la continuidad de este despertar del sur.