El polémico decreto del uso REGULADO de armas en el Ecuador ha sido objeto de numerosos debates y controversias en los últimos tiempos. Nada extraño en nuestra cultura política “palo porque bogas y palo porque no bogas”.
Opiniones divididas y desde diferentes frentes han disparado sus armas letales contra un gobierno débil y temeroso, que al paso ha calificado como una medida extraordinaria para enfrentar el miedo, crimen organizado, narcotráfico y delincuencia.
En este contexto, los partidarios de este Decreto dicen que la seguridad es responsabilidad de cada ciudadano, cuando el Estado no ha podido cumplir con su deber; esgrimen el argumento de la legítima defensa. Sin embargo, los detractores afirman que esta medida podría agravar el problema de la violencia, generar conflictos que afecten a la seguridad y los derechos humanos.
Los procesos de desarme y control de armas han contribuido a garantizar la paz y posibilidades de desarrollo de los pueblos. De igual manera, en algunos países estadísticamente se ha demostrado que a menor número de armas, menor ha sido el número de víctimas por la violencia armada y homicidios; sin embargo, cada país vive una realidad diferente.
Ecuador desde 1963 ha tenido una Ley de Armas, se reforma en 1980 como “Ley de Fabricación, Importación, Exportación, Tenencia de Armas, Municiones, Explosivos y Accesorios”, ambas leyes promovidas por gobiernos militares preocupados de garantizar el orden, la paz y la seguridad.
Con la revolución del siglo XXI, se hizo tabla rasa de las estructuras de inteligencia y seguridad nacional, se maltrataron las relaciones con EE.UU. y Colombia, se pactó con las FARC, se eliminó la base de Manta, se compraron radares chinos inservibles, se eliminó la Dirección Nacional de Inteligencia, se eliminó la importación, porte y tenencia de armas, que permitía una trazabilidad de ingreso, ¡quedamos en la indefensión! Incursionaron guerrilleros en nuestro territorio, instalaron su campamento y más tarde las fuerzas militares colombianas, sin consentimiento ni aviso previo, bombardearon Angostura con guerrilleros y todo.
En esta encrucijada, con cárteles de droga, delincuencia organizada, terrorismo urbano; olvidando la historia, sus leyes, la cordura, llenos de miedo y terror ¡Retomamos las armas!
Finalmente, el Estado, en este contrato social descrito por Hobbes y Locke, debe retomar la lucha social y sobre todo la justicia que tanto daño nos ha causado.
La educación, como lo dijo Mandela “es el arma más poderosa para cambiar al mundo”.