Hace unos días, en Cuenca, conversando con un grupo de amigas entrañables, de aquellas que se forman en los primeros años de la vida y que se mantienen a pesar de las distancias y los tiempos, nos pusimos a reflexionar en los cambios inexorables de la vida, en nuestro amor y preocupación por lo que pasa en el país, en las olas de violencia, en las crisis de identidad, en la corrupción rampante.
Por supuesto todas coincidimos no solo en la preocupación, sino también en la necesidad de hacer algo, de incidir en lo que pasa en nuestro entorno, sabiendo que, a pesar de los caminos por los que nos ha conducido la vida, de las condiciones de jubilación por las que muchas atraviesan, nos importan nuestro entorno y nuestro país.
Descubrimos que todas tenemos un denominador común, somos abuelas de nietos más o menos crecidos, y si bien algunas no son abuelas en la directa acepción de la palabra, si tienen sobrinos nietos a quienes aman y se preocupan por igual.
Establecida la condición de abuelas, decidimos crear una iniciativa que mire la necesidad de restablecer los valores inmutables, aquellos que nos vienen desde las grandes religiones, desde el derecho natural, que no cambian por las modas, que tienen que ver con el derecho a la vida, el respeto, la honra, la solidaridad, la necesidad de no robar, de no mentir, de no calumniar.
Así, en medio de la conversación, sugerimos la creación de un CLUB DE LAS ABUELAS, conformado por mujeres a quienes si nos importan nuestras familias, nuestro país, el planeta y que estamos preocupadas por el futuro de la humanidad y de la tierra.
Es solo el comienzo, estamos seguras de que muchas mujeres de todas las regiones del país se sumarán a esta incipiente iniciativa y querrán ser parte de este CLUB DE LAS ABUELAS, que busca rescatar al país, nutrir con nuestros conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones y ayudar a construir un mundo mejor.