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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

El ‘capitalismo impreso’ y los ratoncitos

03 de marzo de 2015

La mercantilización de la información y de la literatura fue creada en la era del capitalismo. Los orígenes de este fenómeno son claros y visibles a partir del siglo XVI en Europa. Benedict Anderson estudió la relación entre el capitalismo, el nacimiento de empresas que tenía como su fin producir y vender libros de manera masiva para obtener ganancias; el desarrollo de lenguas vernáculas y la formación de comunidades culturales que serían la base de las naciones europeas.

También explica la tensión que se produjo entre la Iglesia católica que pretendía mantener el latín como la lengua de los pocos aliados al poder, y el protestantismo que potenció la reproducción de lenguas populares para difundir sus preceptos por medio de impresiones masivas de libros. Esto significa que el ‘capitalismo impreso’ estuvo traspasado por dos tensiones: la primera relacionada con el afán de lograr ganancias, y la otra, relacionada con la disputa por el poder y el control de los imaginarios.

De acuerdo a esto, el análisis de los medios privados de información y comunicación no puede hacerse sin entender la lógica perversa del capitalismo. Immanuel Wallerstein recuerda que el capitalismo es un sistema histórico creado, por lo tanto no es algo natural. Agrega que es un sistema “absurdo”, porque tiene como fin acumular capital para lograr más capital y dice que “los capitalistas son como ratones en una rueda, que corren cada vez más de prisa a fin de correr aún más de prisa”, y así concentrar dinero en pocas manos en ciertos lugares del mundo, creando desigualdad y pobreza. El espíritu del capitalismo busca convertir a todo cuanto pueda en mercancía. Por ello, cuando abordamos el problema de los medios de comunicación privados, sea radio, televisión, prensa o de otro tipo, una pregunta sustancial es si el medio obedece a una empresa privada con fines de lucro, y por lo tanto, funciona con la lógica de los ratoncitos.

Por otra parte, al analizar los medios de comunicación, tengamos en cuenta que la mercancía impresa o mediática que venden las empresas privadas, es por cierto muy particular, debido a que no solo es un objeto, sino sobre todo un “contenido” o narrativa que va incrustándose en la mente de las personas, por lo que constituye un mecanismo sutil de poder. Ese contenido debe ser tamizado por la ética, pero es imposible que pueda coexistir una ética del bien común con un interés empresarial o individual que tiene como su principal propósito acumular capital y correr al modo que lo hacen los mencionados ratoncitos.

Hay ocasiones en que ciertamente el principal propósito de un medio privado no es la gran acumulación, sino -sobre todo- lograr persuasión y ejercer control de las ideas, pensamientos e ideologías de las grandes mayorías, puesto que en la Modernidad prevalecen los Estados nacionales democráticos, que consultan al pueblo periódicamente acerca de qué proyecto político es menester desarrollar, y quiénes deben ejecutarlo. En ese esquema, los ratoncitos amantes del capital suelen usar medios privados para lograr que la gente se confunda y crea que el proyecto neoliberal es el que otorga libertades y bienestar.

Los medios privados son, históricamente y por naturaleza, mercaderes de la información, medios de poder para controlar los imaginarios populares y lograr el control del Estado, para que los dejen ser ratoncitos corriendo para acumular capital sobre el capital, mientras existe en realidad más desigualdad y pobreza.

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