La opinión pública en los últimos días, se ha visto atiborrada de análisis jurídicos, constitucionales y políticos sobre la denominada muerte cruzada y los escenarios reales, posibles, improbables y hasta fantasiosos que han surgido desde la expedición del Decreto Ejecutivo 741.
El mecanismo constitucional creado en el 2008, ya está implementado y se encuentra en vigencia plena, al presidente Lasso no le quedaba otra alternativa, era inevitable, no podía gobernar con un entorno político e institucional, hostil por decir lo menos, abreviar la faena y tirar por la calle de en medio era lo que correspondía, con votos o sin ellos, (a estas alturas todo resulta una especulación), lo indudable es que, más vale un final dramático que un drama sin fin.
Hoy el Ecuador está en una tensa calma, la calma vino de la mano de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, en tanto que, la tensión se podía palpar por la reacción de los violentos en las calles y en las cárceles, que al parecer responden a un mismo liderazgo. Sin embargo, los problemas persisten y en muchos casos se agudizan, la gente se dispone a enfrentar inéditos escenarios político-electorales y se avecina una campaña política apretada en el tiempo y orientada a culminar los periodos presidenciales y legislativos hasta el año 2025.
La disyuntiva en las próximas semanas será por quién votar, votar a favor o votar en contra, o las dos cosas a la vez, es decir votar sin convicción para que no llegue determinado candidato, lo cual ha sucedido históricamente en el país para quitarle la posibilidad de colgar sus retratos, en el salón amarillo de Carondelet, a personajes y personajillos que eran petardo seguro y fracaso cantado.
Así las cosas, el pueblo ecuatoriano deberá escoger un candidato que más allá de su nombre, represente valores, que demuestre liderazgo y conocimiento de la cosa pública, que tenga formación humana y profesional, que garantice seriedad y solvencia para el análisis y resolución de los miles de conflictos que le agobian al país. Un ser humano que guarde la calma ante la crisis, que la afronte con firmeza y energía, mirando a todas partes, cubriendo posibilidades y evitando angustias a la nación.
El candidato (palabra utilizada como término genérico) deberá ser un estadista en potencia y para ello, no hace falta que se declare de izquierda que a la postre, pretende destruirlo todo, incluso lo bueno, tampoco se necesita que se declare de derecha que al final del día, pretende conservarlo todo, incluso lo malo.
El candidato deberá ser equilibrado y ecuánime, características difíciles de encontrar es verdad, pero no hay que perder la esperanza de que aparezca alguien justo que es la primera virtud de los que mandan que, acalla las quejas de los que obedecen, tal como afirmaba Diderot el filósofo de la Ilustración francesa, aquella que defendía el uso de la razón y la lógica como medio de conocimiento y desde luego de entendimiento.
El candidato deberá tener la capacidad de consensuar, sin calificativos, sin burlas, ni polémicas absurdas, de pactar a la luz del día, con la sana intención de beneficiar a la colectividad, el candidato deberá ser respetable para que sea respetado.
El Ecuador entero debe repensar la política y todos estamos en la obligación de actuar en consecuencia, es la hora de convencerse de que los adversarios no son enemigos personales, por ello debemos optar por quien, sin resistencias, pueda conversar, analizar y decidir sin radicalismos ni claudicaciones.
Sobre la honestidad, lealtad y honradez se suponen características y requisitos sine qua non, no tenerlos descalifica al mas pintado, al más popular, al más luchador, a todos.
En agosto nos la jugamos…