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El Telégrafo
José Gonzalo Bonilla

El Buen Vivir de los revolucionarios

02 de septiembre de 2021

La semana pasada fui entrevistado telefónicamente por un medio de comunicación chileno. Querían conocer mi opinión respecto al futuro de la nueva constitución chilena. Ellos, los revolucionarios chilenos se hallan encantados con la idea de incorporar en su carta magna, la filosofía del Buen Vivir. Se hallan inquietos en tratar de entender cómo nos fue a los ecuatorianos con aquella aventura filosófica.

Nos fue tan bien, les dije, que ahora, amplios sectores de la sociedad ecuatoriana no encuentran la manera de inhabilitar a todo ese documento constitucional. Pues, ahí se encuentra la pócima del veneno que seguimos tomando en dosis grandes, pequeñas o medianas. De seguir así, el camino al estancamiento de la economía y de las libertades civiles se irá angostando. Están maravillados con el espíritu de la Constitución de Montecristi que se asienta sobre el ideal del Saber Vivir o en quichua Sumak Kawsay.

Fruto de los cinco principios del Sumak Kawsay, se derivan unos saberes que deberían organizar la vida social: saber comer, saber dormir, saber amar, saber ser amado, saber beber, saber danzar, saber trabajar, saber dormir, saber soñar, saber meditar, saber pensar, saber soñar, saber caminar, saber dar, saber recibir, saber hablar y saber escuchar.

No se puede dejar de pensar en una constitución fundada en el goce y el disfrute de la vida. En su cuerpo filosófico la Constitución de Montecristi no enfatiza la necesidad de generar una sociedad que genere riqueza y que, a más de repartirla con equidad, genere un modelo económico sostenible para varias generaciones.

Esa constitución garantista, dijo que aseguraba la vigencia de los derechos establecidos en la Constitución y en los instrumentos internacionales, en especial la educación, la salud, la alimentación, la seguridad social y el agua para sus habitantes. Ninguno de ellos estuvo legitimado. Toda obra fue pretexto para apoderarse de grandes comisiones. He ahí los 70.000 millones de dólares que abonaron al Sumak Kausay privado de los revolucionarios y de varias de sus generaciones para cien años más.

Se llenaron la boca con la palabra soberanía nacional. Pero, se comportaron como vientre de alquiler para la narcoguerrilla (FARC y ELN) dejándoles libre tránsito por el territorio nacional sin radares que los vigilen y con jueces alcahuetes que están a precios de saldos. Entonces, vimos cómo la soberanía se fue por el caño del agua.

En estos días la prensa internacional trae la triste noticia de que el Ecuador alimentó las cuentas de una ONG llamada Kinema, cooperativa del izquierdista PODEMOS de Pablo Iglesias. Esta cooperativa oferta servicios como un cajón de sastre. Vende desde humo hasta constituciones. Vendieron sus servicios a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina y hasta Nicaragua.

Si es cierto que los negocios entre Correa y Podemos facturaron $1,5 millones anuales, es un imperativo para el gobierno de Lasso desbrozar esta ruta del dinero. No importa si es cierto o no que Pedro Sánchez quiere con las vacunas chantajear al Ecuador o que si el presidente Lasso dio o no dio la orden de no “hacer olas” frente a estos negocios. Es una obligación del mandatario transparentar esas negociaciones turbias. Estamos a la espera de conocer la verdad.

Y así como sucedió en el Ecuador, es muy probable que el izquierdismo chileno enamore a grandes sectores de la sociedad. De ser así, el continente volverá a presenciar el declive ya visto en otros países socialistas latinoamericanos: generación de mayor pobreza, desempleo y falta de garantía de los derechos civiles fundamentales.

En octubre de 2019 quemaron el metro y los monumentos recordatorios de la España de los reyes católicos. Esperemos que en esta constitución no levanten nuevos templos a la izquierda de Podemos.

El presidente Lasso tiene la tarea de transparentar todos los latrocinios, desapariciones y muertes acaecidos durante los 14 años del correísmo. Empecemos con Kinema.

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