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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

El bravucón, el ambicioso y farsante en la política

30 de julio de 2016

A medida que avanza el proceso preelectoral y se avizora el pronunciamiento popular de 2017, la oposición se estremece con sus alineados, la oligarquía, la derecha política, la seudoizquierda, incluida la prensa privada, y lanza sus primeros disparos contra la gran obra social de la Revolución Ciudadana, el prestigio del líder Rafael Correa Delgado y algún funcionario del régimen. En la inicial contienda, se destacan en la oposición, el bravucón, el ambicioso, el farsante o seudoredentor, en su intento por ubicarse, aunque sea en un rincón, en el supuesto caso, de alcanzar la victoria electoral.

Los académicos definen al bravucón: “Valiente, solo en apariencia, fanfarrón”. Ciertos políticos, asambleístas y articulistas que fingen de valientes, acostumbrados a injuriar al adversario, cuando sienten el peso de la ley, se esconden, huyen y permanecen en refugios hasta que expire el proceso. A los bravucones se les recuerda que en una sociedad organizada rige el orden y la justicia y que en vano llaman a sus seguidores a tomarse las calles para exigir sus demandas y protegerse de la acción policial. El infractor de cualquier línea política o nivel social deberá responder ante los respectivos tribunales.

El ambicioso: “Pasión por conseguir poder, honras, dignidades y fama”. En política, el ambicioso pretende mediante artimañas, adulo, argucias, mañoserías e incluso traicionar o venderse por migajas para lograr  cargos de importancia, dinero, fama o poder efímero. Por allí circulan de un lado a otro, aventureros autoproclamándose candidatos y en abrazo con sus rivales o enemigos de ayer, en busca de  una aparente reconciliación para llegar juntos al evento de 2017.

No es nada oculto, que en el transcurso de la historia, ciertos farsantes logran relevantes posiciones en la administración pública, y hoy, sus herederos, con el respaldo de la prensa comercial, se hacen pasar como apóstoles de la ciudad y hasta salvadores de la patria. Declaran su amor por la urbe, confiesan su religiosidad, erigen monumentos para convencer y engañar a los creyentes.  

Es oportuno recordar al paso, principalmente, al arzobispado de Guayaquil, que es arriesgado alejarse de su misión, porque de ser así, se crea un cisma en su interior y la condena de sus seguidores. Ya se observan indicios de acercamiento de la iglesia Católica a sectores de su agrado.

Recientemente, se ha intensificado la agresión de todos los opositores contra el régimen de PAIS y sus gobernantes. Como carecen de auténticos conductores y programas de gobierno factibles, ejercitan la calumnia y la amenaza de tomarse las calles, para hacer creer que existe descontento popular y con ello, restarle votos al presidenciable, aún no definido, de Alianza País y el Frente Unidos.

El bravucón, el ambicioso y farsante, embarcados en la oposición agresiva, se olvidan de que el líder político, no necesita propaganda, resplandece solo, por su capacidad, honradez y su vocación de luchar hasta la muerte por los demás, los que tienen poco o nada. Deben aceptar que sus dardos no llegan, que la era del cambio se torna irreversible y que el pueblo ratificará su rumbo en la jornada de 2017. En el fondo todos los grupúsculos de la oposición tienen miedo, no a morir, sino a la extinción de sus privilegios, definitivamente y para siempre con el avance y consolidación del régimen socialista siglo XXI. (O)

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