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El Telégrafo

El Bolívar, un tesoro que avergüenza

12 de agosto de 2011

Quito y Guayaquil acaban de elegir a sus tesoros patrimoniales, y lo han hecho mediante encuestas ciudadanas. Todos nos sentimos orgullosos de esos bienes que también configuran nuestra identidad, nuestro sentido de pertenencia y mejoran nuestra autoestima.  Sin embargo, hay un tesoro patrimonial que a pesar del tiempo transcurrido sigue en escombros.

Un lunes de hace doce años, Quito amaneció conmovida.  Los quiteños se negaban a creer lo sucedido; un incendio destruyó una de las edificaciones patrimoniales de la ciudad: el teatro Bolívar. Era un 8 de agosto de 1999, todos creíamos que, como muchos otros teatros patrimoniales que también se incendiaron, se levantaría de sus cenizas y pronto recobraría su esplendor.  Pero no, el teatro continúa en  ruinas, lo cual es una vergüenza para todos: autoridades, propietarios y ciudadanos. Incluso los propios artistas se han sumido en una total desidia. Caminar por el Centro Histórico de Quito nos llena de orgullo hasta que llegamos al pasaje Espejo y nos encontramos con el teatro clausurado y desolado. Nos queda solo un dejo de impotencia e indignación.

“El teatro no está muerto, solo se ha incendiado”, repetía Bernardo Mantilla,  director de la fundación que se creó para efectos de conseguir fondos para su recuperación, ya que estaba seguro de que en poco tiempo volvería a levantarse, pues poco antes, en 1998, había sido recuperado. Pero no ha sido así.  Apenas se ha conseguido apuntalar su estructura y colocar un cielo falso para evitar un mayor deterioro, gracias al aporte del ex Fonsal  y algún apoyo del Gobierno alemán. El resto ha sido inútil; cuanta campaña  se ha propuesto para su recuperación ha fracasado.

El Municipio capitalino, a pretexto de que no puede intervenir con recursos por ser un bien privado, se ha cruzado de brazos y desde lejos mira cómo se deteriora un bien que fue escenario de los más importantes espectáculos y punto de encuentro imprescindible. 

Quito no puede contemplar indolente cómo el  teatro que fue un referente social, cultural y patrimonial está condenado a una muerte lenta.  Ya es hora de que las autoridades patrimoniales y municipales intervengan y, mediante alguna figura legal, se pueda recuperar este bien patrimonial. La propia familia Mantilla debe admitir la necesidad de contribuir a la ciudad y generar un nuevo esquema que permita la intervención pública.  No puede el  teatro  Bolívar continuar  como doloroso testimonio de la ineficiencia, la mezquindad o la arrogancia. Quienes vivimos en Quito exigimos que el teatro Bolívar sea recuperado y vuelva a ser un tesoro patrimonial, para disfrute y orgullo de todos los ecuatorianos.

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