Hegel tuvo el acierto de hacer filosofía partiendo de lo evidente: el cambio. Aunque se le acusa de haber desembocado en el idealismo, que por cierto es un problema de toda filosofía que pretender una explicación total de las cosas, no deja de ser cierto que las anotaciones que hizo entorno a la dialéctica y a la configuración de la historia han sido fundamentales para el pensamiento. Particularmente sobre la lógica del amo y el esclavo, en la que todavía no se ha dicho todo lo que tiene que decirse.
Las personas desean y eso es inevitable en la medida que el deseo es parte consustancial de la vida. La vida se proyecta en el deseo, pero Hegel dirá que hay un deseo superior que tiene que ver con desear ser deseado por los otros. Es un deseo superior porque nos da sentido y protagonismo inmediato: Naturalmente todos los deseantes entran en un conflicto feroz hasta que el problema se resuelve en una síntesis abstracta entre el que logra dominar el deseo del otro y el que acepta la dominación para precautelar su vida por el temor a perderla. Mando y sumisión determinan la historia y producen la cultura.
Supuestamente el amo se deleita con el servicio de sus deseos, y el esclavo en la experticia del servicio encuentra las claves de su liberación. Pero qué pasa cuando el esclavo no quiere liberarse, y cuando el que domina no lo hace a través de una imposición sino de la sumisión. Si miramos las redes sociales este juego se hace evidente.
Deseamos ser el deseo de los demás, y para ello aceptamos no solo la dominación del medio, sino la sumisión a sus lógicas de apropiación y aceptación. El deseo se vuelve muy selectivo pues la atención se refina entre tanta oferta audio visual mediática. Necesitamos el escándalo, la pornografía, o el absurdo para brillar. Los cinco minutos de fama son más que provechosos y dejan acumulados likes y seguidores, que es el nuevo barómetro del éxito y de la reputación.
Visibilizar lo invisible, nombrar lo innombrable, valorar lo ridículo. A pesar del velo de la diversión con el que se consumen las imágenes, no podemos negarnos a aceptar que estamos en un nuevo punto de la historia donde la sumisión se vuelve estructural y la libertad inexistente, a pesar de ser el momento histórico de la libertad.