El alegato público que necesitaba el caso de Nelson Serrano está reflejado en el libro de Oscar Vela intitulado “Los crímenes de Bartow”. Y es que de su lectura podemos decir que no nos equivocamos al escribir días atrás y sobre la inocencia de Nelson Serrano Sáenz, a quien la justicia norteamericana, lo declaró culpable, condenándolo a la pena más inhumana y por la que se encuentra en el “corredor de la muerte”.
El autor de “Los crímenes de Bartow” nos lleva a inmiscuirnos en el proceso contra Nelson Serrano, nos convida su realidad en una cárcel de máxima seguridad viviendo las mismas penurias que los presos de acá, porque la corrupción es la misma, el trato inhumano y degradante, pero además nos alienta con los recursos que están pendientes y quizá podamos despertar un día y saber que se ratificó la inocencia de Serrano Sáenz, víctima de un sistema de justicia corrupto.
Nelson Serrano Sáenz es víctima de dos sistemas de justicia que se encuentran en entredicho. El sistema de justicia norteamericano con la actuación de jueces y fiscales y principalmente de ese personaje siniestro que resulta ser Tommy Ray, autor del secuestro y montaje de prueba en contra de Nelson Serrano, quizás por el hecho de ser latino y porque en Ray se evidencia un ego inmenso que lo llevó a ensañarse con nuestro compatriota, fabricó una historia inverosímil como aquella de “encontrar” media huella dactilar en un boleto de estacionamiento a los años de producido el hecho, y que haya matado a cuatro personas con dos tipos de arma de distinto calibre.
Es víctima del sistema de justicia ecuatoriano, en dos momentos, el primero frente a esa “justicia de intendencia” que legitimó el secuestro y expulsión de un connacional, y luego, cuando en la “Década Perdida” desde Carondelet se había dispuesto se archive el proceso iniciado para investigar la actuación del ex intendente y sus secuaces. Es decir la justicia ecuatoriana una vez más en deuda con el pueblo ecuatoriano.
Si bien los molinos de Dios muelen despacio, muelen muy pequeño; aunque con paciencia espera, muele con exactitud todo. El 1 de septiembre de 2002 es la fecha del secuestro de Nelson, día de la ignominia y el oprobio al haber entregado a un ecuatoriano al que le espera una inyección letal.