Aunque la política tiene como base de acción un eje ético valórico, el ejercicio político como juego de decisiones está muy lejos de moverse entre lo bueno y lo malo. Muchas veces este ejercicio se encuentra traspasado por situaciones y coyunturas que hacen imposible una decisión teniendo como horizonte lo deseado, para conformarse simplemente con lo conveniente.
Así, un político podría tener que decidir entre lo malo y lo menos malo. Naturalmente, el no poder decidir cuestiones sobre lo deseado, no solo muestra los límites de determinado ejercicio político, sino la aberración del concepto de la política como teoría de la acción para la convivencia.
No se trata solo de que la realidad es siempre cambiante y supera permanentemente al concepto y la teoría, sino de que la imposibilidad de realizar correcciones dentro de la acción política para generar una realidad beneficiosa al bien común demuestra una carencia en cuanto a la formación sobre la política.
La política no es solo el procesamiento de intereses diferentes sobre un espacio común, sino la posibilidad de construcción de este espacio común. La tensión entre lo público y lo privado se resuelve en la comprensión de la política como teoría de lo público como aquello que es común a los diferentes, reconociendo la existencia de lo privado como libertad.
El ahondamiento de las tensiones entre lo público y lo privado, por el contrario, se recrudece en la medida en que la política es vista como la generalización de un tipo de visión sobre lo privado. Mirar lo común requiere mirar al otro, al diferente, en condiciones de igualdad.
Se trata de un esfuerzo por teorizar el espacio de lo común que es diverso, y no de reducir la idea de lo común a la perspectiva del interés privado. (O)