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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Ejecución del clérigo Nimr al Nimr

12 de enero de 2016

Tenía que ser en Arabia Saudita, reino de leyes draconianas y autoridades que se oponen a toda reforma, donde se ejecutara -leer, se asesinara- al clérigo Nimr al Nimr. Esta ejecución, realizada para mantener las caducas estructuras de ese país, no salvará a la monarquía, sino que la hundirá para siempre en el muladar de sus propias inmundicias.

La casta allí gobernante basa su poder en el wahabismo, una doctrina sectaria y fanática que predica la obligación de convertir al islam por la fuerza a los descreídos, así como a los malos creyentes, y manipula cada frase del Corán para consolidar a la familia Saud, allí reinante. Según publica The Independent, Arabia Saudita, “financia a las organizaciones islamistas y sus acciones”; de allí salen los fanáticos que cometen actos de terror en Francia, Rusia, EE.UU. y demás lugares del mundo y decapitan a los ‘infieles’ que capturan.

El 2 de enero, el Ministerio del Interior de Arabia Saudita anunció que 47 personas habían sido ejecutadas. Entre ellas se encontraba el prominente clérigo chiíta, jeque Nimr al Nimr, un disidente que fue partidario de que las manifestaciones fueran pacíficas y pedía que se evitara la violencia contra el Gobierno. En 2011, el religioso dijo a la BBC que apoyaba “el rugido de la palabra contra las autoridades y no las armas… El arma de la palabra es más fuerte que las balas porque las autoridades se beneficiarán de una batalla de armas”.

Amnistía Internacional criticó el arresto de Nimr al Nimr por ser parte de una campaña de las autoridades saudíes para aplastar a la disidencia, y grupos de defensa de los derechos humanos habían expresado su preocupación de que no recibiera un juicio justo. Sarah Leah, directora para el Medio Oriente de la organización Human Rights Watch, dijo que Nimr al Nimr había sido condenado en un “juicio injusto” y que su ejecución “solo le suma a la discordia y al malestar sectario existente”. Incluso, el gobierno de Obama, preocupado por las consecuencias de estas ejecuciones masivas, catalogó a Nimr al Nimr de “miembro de la oposición saudí y líder religioso”.

El ayatolá iraní Ahmad Khatami vaticinó la caída del régimen saudí: “No tengo ninguna duda de que esta sangre pura manchará el cuello de la Casa de Saud y la borrará de las páginas de la historia”. Por su parte, el líder supremo de Irán, ayatolá Ali Jamenei, tachó la ejecución del clérigo de “error político” y expresó: “Este erudito oprimido ni invitó a nadie a un movimiento armado ni estuvo involucrado en conspiraciones encubiertas”; lo describió como un clérigo pacífico y escribió: “La sangre injustamente derramada de este mártir oprimido afectará rápidamente y el castigo divino caerá sobre los políticos sauditas”.

Con el asesinato de este líder religioso, la monarquía saudí intenta tapar problemas reales con conflictos sectarios para conquistar la hegemonía regional. Y no importa lo que por el momento pase, como comete los mismos errores de toda dictadura, los habitantes de Arabia Saudita alcanzarán pronto la hoy tan escasa y ansiada libertad. (O)

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