“Para que los hombres puedan embellecer sus almas es necesario que conozcan la naturaleza”.
Humberto Maturana, biólogo chileno
Los caminos de las ciencias, con toda la importancia de sus decisiones, han permitido explorar y conocer nuevos y fundamentales segmentos para el conocimiento intelectual y espiritual. Tal hecho sustancial hizo que los seres humanos cambiaran y que algunos de ellos se convirtieran en señores y amos de la naturaleza en toda su dimensión y particularidades, lo que implica que asumieran el rol de los mayores depredadores y aprovechadores de sus recursos, que obviamente no son infinitos.
El capitalismo desarrollado devastó su propio medio ambiente y también el de los países pobres, creando necesidades de bienes de consumo superfluos y efímeros, sustentadas y amparadas en formas existenciales baladíes y de circunstancias, en una verdadera orgía de consumismo depravado e inútil y que agrede los ecosistemas, desde la época de la revolución industrial hasta nuestros días, solventando la posibilidad -cuya certeza es cada vez mayor- de la desaparición de la especie humana en la Tierra.
Esta disyuntiva fatal se corresponde con la infame creencia de algunas sociedades opulentas o de grupos reducidos de población: “Tener es mejor que ser”; por ello los cambios conceptuales de vida de la persona humana y las modificaciones de las relaciones políticas y económicas entre las naciones son imprescindibles.
El Ecuador, desde la entraña humanística de su revolución ciudadana, lanzó a todo el orbe la iniciativa Yasuní-ITT, que establece evitar explotar un gran yacimiento petrolífero de una envergadura mayor a los 846 millones de barriles y cuyas emisiones de CO2 a la atmósfera del planeta complicarían más el endeble equilibrio medioambiental del mundo. Frente a esta propuesta generosa y sabia, la reacción de algunos Estados ricos ha sido decepcionante y mezquina.
El presidente de la República, Rafael Correa Delgado, el 23 de septiembre del presente año, asistirá a la 66 Asamblea General de las Naciones Unidas y formulará en ese foro mundial la más interesante y novedosa proposición medioambiental que se conozca, cuyas connotaciones humanas y financieras son mayores que aquellos planteamientos incumplidos de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro.
Esta paradoja histórica, que desde una patria subdesarrollada, y que requiere de su riqueza natural para el progreso de su pueblo, se solvente un criterio para el bienestar de toda la humanidad, nos da la esperanza de que podemos ser navegantes de nuestras conciencias ética y social, y no solamente sobrevivientes aislados y egoístas.