Hace poco, EE.UU. impuso medidas de embargo a bienes estatales de Venezuela y prohibió a los estadounidenses hacer negocios con el Gobierno de ese país. Independientemente de las tensiones políticas, nada justifica que un imperio, prevalecido de su fuerza y peso mundial, use la coerción en contra de un pueblo que requiere importar alimentos, medicinas y refinados.
Las medidas contra Venezuela son confiscatorias, violan derechos humanos y hieren a Latinoamérica. Lo que es contra la nación venezolana es contra todo el pueblo latinoamericano. Venezuela, como la mayoría de nuestros países, es primario exportador; depende de un orden que estableció hace varios siglos una división internacional entre países proveedores de materias primas y países industriales, los cuales dominan las instituciones multilaterales, usan la fuerza militar, la moneda, el endeudamiento forzoso e imponen las reglas del mercado global para mantener el control.
Venezuela vende petróleo a India, China y EE.UU., donde operan las gasolineras Citgo, propiedad estatal venezolana, con participación rusa. A su vez exporta e importa refinados (OEC), por lo cual mantiene relaciones comerciales con empresas norteamericanas. La balanza comercial venezolana reporta un superávit, pero buena parte de sus ganancias son destinadas a pagar la importación de refinados, medicinas, alimentos y deuda externa. Las ventas petroleras a China no generarían ingresos, puesto que se descuentan como parte del pago de la deuda.
La formación del orbe multipolar después de la Guerra Fría (1991) dio paso a tensiones entre potencias, las mismas que conviven y se enfrentan dentro de un nido económico fuertemente entrelazado, en el cual rebotan los impactos. Los unos le deben a los otros, requieren componentes industriales de terceros, necesitan vender a los cuartos, demandan materias primas de los quintos, todo lo cual configura un entramado global complejo.
Las propias empresas norteamericanas perderán de exportar y refinar el petróleo venezolano, país que buscará otros refinadores de petróleo, cuyas empresas seguramente establecerán conexiones con las corporaciones norteamericanas. Entre tanto, y mientras se tuercen las fibras de la urdimbre del mundo multipolar e interdependiente, demócratas y republicanos se refinan entre sí por el control de corporaciones mundiales. (O)