La primera economía mundial propicia una gran “guerra comercial”. Los EE.UU. impone un alza de aranceles a cientos de productos chinos. China contraataca gravando aranceles a productos agrícolas producidos, principalmente, por agricultores republicanos, electores del presidente Donald Trump.
Otros eventos acrecentaron la crisis comercial entre los gigantes mundiales. En 2019, una corte federal de Nueva York acusó a la empresa Huawei de trece cargos, entre otros: fraude bancario y blanqueo de capitales.
Por fin, en enero de 2020, China y los EE.UU. firman un acuerdo comercial. Para entonces, el mundo ya conocía sobre el coronavirus. A finales de 2019, se informaba sobre las primeras víctimas del virus en Wuhan y semanas después, era una pandemia mundial. De las ciudades más afectadas por el número de personas contagiadas y el número de fallecidos es Nueva York. El presidente Trump acusó al gobierno de Pekín de no haber tomado las medidas necesarias y que por ello “todo el mundo estaba sufriendo”.
Creció la tensión entre las potencias mundiales. La administración Trump motiva a sus empresarios a salir de la China. Los empresarios entienden que la industria no puede depender solo de un país proveedor.
La guerra comercial y la tensión política entre los Estados Unidos y China es una oportunidad para la atracción de inversión y por lo tanto, la creación de miles de empleos para los ecuatorianos.
El gobierno, empresarios y académicos pueden conformar un equipo de investigadores y negociadores para conquistar la inversión extranjera. Los políticos deben comprender que necesitan ajustar normas que se respeten y presentarnos como un país serio ante la comunidad internacional.
Países como la India, Nueva Zelanda y Vietnam, negocian con los Estados Unidos para atraer hacia sus países empresas que aporten riqueza a sus naciones.
¿Por qué el Ecuador no podría adaptarse a los requerimientos de los capitalistas que buscan construir sus nuevas fábricas afuera de China? (O)