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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

EE.UU. amenaza a Venezuela

13 de marzo de 2015

El elefante se queja de la hormiga. Así, en una declaración semigrotesca, Estados Unidos considera a Venezuela “una amenaza para su seguridad nacional”. Nada menos. No dice que se trate de un gobierno poco afín a los intereses de EE.UU. (lo que solo para EE.UU. podría ser malo), ni siquiera de un gobierno que se aleja del modelo político que -curiosamente- suele ser denominado ‘occidental’. No, afirma algo mucho menos plausible, una enormidad que por ser paroxística no deja de ser flagrantemente falsa, en tanto Venezuela no es ninguna amenaza para la seguridad de Estados Unidos. No podría serlo aunque quisiera. Eso sí: es cierto que el país del Norte resulta una amenaza para una nación relativamente pequeña como Venezuela, la que no podría jamás competir con un país que gasta en rubros militares -por sí solo- el máximo en el mundo, y tanto como los 10 países que le siguen sumados.

Ha sido tan implausible la declaración de Obama, y es tan obvia su intención agresora revestida de pretendido interés por la libertad en Venezuela, que buena parte de la oposición política del país caribeño, desde la Mesa de Unidad, la ha rechazado. Hay todavía, en un sector de quienes sostienen dura beligerancia política contra el gobierno de Maduro, la lucidez suficiente como para repudiar la injerencia extranjera. Y si bien esas oposiciones partidarias echan la culpa al Gobierno por la intervención estadounidense en los asuntos internos del país (en vez de advertir su propia responsabilidad, sostenida en la radicalidad casi ilimitada de su actitud de rechazo hacia las actuales autoridades), es cierto que dejan claro que apuestan al sistema de elecciones para el cambio de figuras de gobierno. Es decir que -al menos en sus declaraciones formales- no alientan el golpismo, ni la furia desestabilizante y antiinstitucional.

Son declaraciones dignas de atender. Con diversas modulaciones sectoriales, casi toda Venezuela entiende que la injerencia unilateral de la gran potencia no ayuda a la resolución de los conflictos internos del país. Maduro ha llamado a la solidaridad de toda Latinoamérica, y Celac y OEA, por medio de sus máximas autoridades, han mostrado decisión de impedir una escalada contra el país caribeño que sería de consecuencias insospechadas para todo el subcontinente.

EE.UU., como cualquier país, tiene derecho a manifestar sus diferencias con el Gobierno venezolano. Pero ello es muy distinto, qué duda cabe, del arrogarse la posibilidad de sancionar a ese país (lo que perjudica a toda la población venezolana sin distinción de banderías), o a intervenir en su política interna y -sobre todo- a denunciar la pretendida amenaza de la hormiga, para entronizar con fuerza la del elefante.

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