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El Telégrafo

Edvard Grieg (IV)

07 de enero de 2013

Cuando Grieg tiene tiempo y trata de recuperar su frágil salud, busca refugio en Troldhaugen (Colina de los Trolls), paraje legendario que se cree habitado por ogros de la mitología escandinava y que se encuentra en las afueras de Bergen, residencia del compositor que para sus admiradores es lugar de peregrinaje obligatorio.

En vida, este genial músico es apreciado no solo por la monarquía escandinava sino por el rey Eduardo VII de Inglaterra, quien pese a adorar su música no pierde la detestable manía de conversar durante los conciertos, y por el káiser Guillermo II de Alemania, que con Grieg a su lado, mientras en su yate realiza un crucero por los fiordos noruegos, escucha absorto la interpretación de algunos pasajes de Peer Gynt.

Solo en Francia su obra no tiene acogida, pues el caso Dreyfus, cuya problemática tuvo repercusión internacional, hizo que Grieg manifestara su apoyo incondicional a la causa de esta víctima de la intolerancia política de los sectores dominantes de la sociedad francesa. Su protesta le significa pérdida de prestigio ante un público chovinista, que luego recupera cuando Dreyfus es declarado inocente.

Grieg es un profundo conocedor de la música folklórica y popular de Noruega. En esta tarea cuenta con la ayuda de Nina, que se convierte en la interprete idónea de sus canciones. No tiene una voz muy potente, pero se apoya en el espíritu del poema y produce la impresión de ser completamente espontánea; era como si la canción naciera en el mismo momento en que era interpretada.

En la madrugada del 4 de septiembre de 1907, cuando se prepara para cumplir con una invitación de Inglaterra para interpretar su Concierto para piano, con Percy Grainger como solista, enferma y fallece en el hospital de Bergen.

Días después, una comitiva mortuoria compuesta por unas cincuenta mil personas acompaña a su catafalco a la última morada, mientras una orquesta interpreta la Marcha fúnebre, obra cuyos contornos melódicos y colorido armónico resultan bastante avanzados para su tiempo y que Grieg ha compuesto años atrás en la memoria de su amigo Rikard Nordraaak.

Grieg es uno de los máximos exponentes del nacionalismo musical, pues él logra independizarse del dominio casi absoluto de la corriente austro-germana, dominante en su época, y su ejemplo es un aliciente para que otros compositores prosigan el espíritu de sus creaciones. Posiblemente es el autor que más influye en Jean Sibelius, cuyas creaciones reflejan el lenguaje romántico y la textura musical de Grieg.

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