Hace muchos años, cuando empezaba mi vida de profesora secundaria, consideré indispensable establecer conversaciones con mis estudiantes adolescentes sobre lo que significa para el ser humano desarrollarse en la vida emocional y sexual. De lo que me acuerdo, tuve dos reacciones a mi decisión de hablarles del amor y de las relaciones físicas: la una que la más despierta de mis alumnas explicó a la clase las formas de anticoncepción, los tipos de protección que se debía usar, y hasta citó el que su madre usaba. La otra reacción fue que los padres de familia se opusieron inmediatamente a que yo, como profesora de sociales, estuviera tratando el tema. El colegio prohibió que siguiera en mi empeño y en pocos meses mi despierta alumna procedió a quedase embarazada.
Desde entonces y hasta ahora considero que la conversación sobre estos temas es inaplazable en las clases que se imparten en la escuela secundaria. En realidad es un aspecto esencial de una educación completa y equilibrada. Y, aunque los psicólogos de los departamentos de consejería estudiantil ciertamente pueden proporcionar valiosos conocimientos sobre los aspectos psicológicos y emocionales de la sexualidad humana, considero que la educación sexual se debe realizar también a través de un enfoque multidisciplinario que involucre a diversos profesionales, incluyendo a profesores/as que podrían ser capacitados para hablar de estos temas.
En muchos entornos, los colegios siguen teniendo una perspectiva conservadora en cuanto a la educación sexual, considerando que hablar sobre temas relacionados es inapropiado o promueve una conducta no deseada. La sexualidad es un tema sensible y, en nuestra cultura, sigue siendo un tema tabú. Los colegios evitan, con frecuencia, abordar el tema por temor a la controversia o a ofender a ciertos grupos de personas o porque consideran que la educación sexual es más adecuada para ser impartida en el hogar o en contextos de educación especializada, y no en el ambiente escolar. Los colegios también están sujetos a presiones de padres, grupos religiosos o miembros de la comunidad que tienen opiniones contrarias a la educación sexual en la escuela.
Los adolescentes quieren experimentar y desean saber más sobre sobre las relaciones amorosas, tienen la necesidad de ser amados y de hacer el amor. Por eso, los docentes deben abordar el tema con profesionalismo, sensibilidad y respeto por las diferencias culturales e individuales. Las discusiones en clase deben crear un ambiente seguro e inclusivo para todos los estudiantes. Una educación sexual adecuada ayuda a los estudiantes a tomar decisiones informadas sobre su salud sexual y bienestar. Esto incluye la prevención de enfermedades de transmisión sexual, de lo embarazos no deseados y el desarrollo de habilidades para establecer relaciones saludables, igualitarias, en las que no existan abuso ni violencia.
Es indispensable que en los currículums de los colegios se eduque a los estudiantes en comprender los riesgos asociados con conductas sexuales de riesgo y fomenten el uso adecuado de métodos anticonceptivos. Esto ayudará a desmitificar tabúes y estigmas asociados con la sexualidad, y permitirá una comprensión más objetiva y abierta sobre estos temas. Los programas de educación sexual de los colegios deben incluir información sobre la prevención del uso del poder en las relaciones sexuales, el consentimiento, y el disfrute. El discutir sobre estos temas es fundamental para crear un entorno seguro para los estudiantes en el presente y en el futuro.
La educación sexual y la educación para el amor son parte integral de la preparación de los estudiantes para la vida adulta. Les brinda herramientas para abordar y comprender mejor los desafíos relacionados con las relaciones que surgirán en su vida futura.
Esther Perel es una psicoterapeuta y escritora belga, que vive en los Estados Unidos, notable por explorar la tensión entre la necesidad de seguridad y la necesidad de libertad en las relaciones humanas escribe sobre la formación en las artes del amor. Perel escribió un artículo a raíz del affaire del Presidente norteamericano Clinton con su pasante Mónica Lewinsky y lo tituló “En búsqueda de la inteligencia erótica” que luego se volvió un libro. Ella reflexiona sobre la falta de educación formal o de orientación que reciben las personas sobre las complejidades de las relaciones románticas, el deseo y el mantenimiento del amor a lo largo del tiempo. Ella dice "Nunca nos enseñaron cómo amar o ser amados. Nunca nos enseñaron cómo elegir una pareja o nutrir el deseo……". Con ello enfatiza la necesidad de un enfoque más integral y reflexivo para enseñar y comprender las complejidades de encontrar y mantener una relación amorosa significativa.