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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Educar a las niñas

01 de febrero de 2020

Las instituciones internacionales subrayan como prioridad estratégica de desarrollo la educación de las niñas. Tara Westover en su autobiografía “Educada” explica lo que hace la educación: "hace volar tu imaginación y acceder a mentes y mundos fuera de los tuyos". Al educarse, la mujer crece, mide sus fuerzas, rompe esquemas, se vuelve autónoma, toma decisiones sobre su propia vida, alcanza su potencial y lograr realizar sus aspiraciones.

UNICEF, el Fondo Malala y el Banco Mundial lo tienen medido: las mujeres con un nivel más alto de educación tienden a embarazarse más tarde, ser más saludables, tener una mayor participación en el mercado laboral formal, conseguir ingresos más altos, tener menos hijos, resistir la violencia machista y, si deciden ser madres, procurar una mejor educación y atención de salud para sus hijos. Esa combinación de factores ayuda a sacar de la pobreza a familias, comunidades y naciones enteras.

Pero, la pobreza sigue siendo el obstáculo más grande para que una niña pueda acceder a la educación. La que pertenece a una familias con ingresos bajos, vive en lugares remotos o subatendidos, tiene discapacidades u orígenes étnicos y lingüísticos minoritarios, tiene menor acceso a la educación.

Una niña tiene que remontar muchísimos obstáculos para aprender porque con frecuencia carece de un entorno familiar y escolar que le permita desarrollarse y sentirse segura; aún la que ha logrado acceder a la escuela no completa todos los niveles de educación y si lo hace, no siempre adquiere las habilidades socioemocionales para desenvolverse en la vida y adaptarse a un mundo en constante cambio.

Por todo lo dicho, es sorprendente que ya la universidad pública ecuatoriana tenga más estudiantes mujeres que varones. Pero el esfuerzo del Estado se debe concentrar en mayor medida en proveerlas de una educación de calidad que tome en cuenta los obstáculos, las contenga y mantega en las aulas. Una educación más enfocada a la realidad de las niñas.

Desde hace más de 20 años un grupo de mujeres que conforman el Club Kiwanis Chuquirahua de Quito puso en práctica una estrategia que ha logrado conseguir que cientos de adolescentes en riesgo terminen sus estudios secundarios.

Ese es el esfuerzo que el Estado debe hacer. Si todas las niñas ecuatorianas fueran al colegio- en lugar de estar condenadas al estancamiento de crecer sin educación- el país entero daría un salto hacia un desarrollo más armónico. (O)

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