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El Telégrafo

Educación y cultura

26 de mayo de 2011

Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no solo hay esfuerzo sino también placer. Dicen que  la gente que trota por la explanada llega a un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y solo le queda el placer. Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, investigar o aprender ya no es un esfuerzo y es puro disfrute. Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de centros comerciales. En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos. No tengo nada contra esa visión, solo digo que no es la única posible. Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande. Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos. Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar, pero también para ir a los conciertos o a los parques.

Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta tanto de consumos materiales como intelectuales. Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas. Se lo debemos a nuestros hijos y nietos. Hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento. Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes. Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica. Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación. Este sabio mensaje lo he tomado del extracto de un discurso de un hombre de Estado, el señor José Mujica, excelentísimo Presidente de la República Oriental del Uruguay. Francamente, tengo una sana envidia de la educación y cultura en las sociedades civilizadas, pero cuán lejos estamos los ecuatorianos de parecernos siquiera a una nación educada y culturalmente avanzada.

Aunque nunca es tarde para empezar, este gobierno de la Revolución Ciudadana ha emprendido en esa tarea postergada durante varias décadas por los anteriores gobiernos reaccionarios que pauperizaron a nuestro país y nos robaron los verdaderos valores humanos. Hay que retomar la enseñanza de asignaturas esenciales en las relaciones interpersonales, como lo son, por ejemplo: la Cívica, la Urbanidad, la Educación Moral y Ética, entre otras, que nos enseñan a vivir respetando el derecho ajeno, compartiendo los espacios en paz y armonía con nuestros conciudadanos. Debemos integrarnos cuanto antes a la sociedad del conocimiento reinante en el nuevo siglo.

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