1. A estas alturas es claro que los conocimientos y los saberes pueden ser transmitidos y aprendidos por todas las personas, pero ello amplía no solo el rango de responsabilidad de las personas con respecto a lo que pueden y deben aportar a la sociedad, sino el respeto por los saberes de todos, tanto de los que son similares como, y principalmente, de los que son y piensan distinto.
2. El ser humano es un ser de hábitos y en el pensamiento ocurre lo mismo. La educación tradicional se caracterizaba por la repetición sin fin de fórmulas y la memorización de datos. Pero aquel caduco modelo de educación no se define solo por la repetición y la memorización sino por hacernos creer que solo a través de la fórmula y la repetición podemos alcanzar la madurez de nuestro pensamiento. Parece que la nueva educación requiere por principio instaurar el hábito de la creatividad y la desestructuración de las fórmulas.
3. En los procesos de colonización no solo se borraron con violencia las historias y experiencias, sino la capacidad de generar historia y de valorar las experiencias individuales y colectivas de los pueblos. Por eso es clave para la nueva educación recuperar la identidad, pero no como pieza museística, sino como la capacidad de construir reflexivamente nuestra propia interpretación de las cosas.
4. La nueva educación debe propender a una autonomía solidaria entre los seres humanos. En la sociedad de la libertad y la democracia, las personas solo desean la autonomía, sin comprender que aquella es imposible sin la solidaridad. El individualismo, versión neoliberal de la autonomía, reniega de la solidaridad, de la equidad y, finalmente, de la libertad.
5. Se necesitan personas con pensamiento independiente. Si bien la independencia tiene que ver con el alcance de un tipo de saber, el impulso fundamental a la independencia no es generado por el puro saber sino por una actitud crítica, un posicionamiento de duda, es decir, una postura política en el mejor sentido de la palabra. (O)