La educación es discriminatoria e inhumana si tan solo se preocupa de escoger, capacitar y premiar a los mejores que cumplen los estándares de calidad que el Ministerio de Educación establece como satisfactorios en un momento determinado, sin importar el destino de los niños y adolescentes que no logren alcanzar los resultados de las pruebas establecidas.
Una persona, comunidad, país y la humanidad no tiene porvenir mientras cada niño y adolescente no reciba la educación que cada quien tiene derecho a alcanzar según el límite de sus capacidades, inteligencias y talentos.
Los niños y adolescentes son de géneros, razas, etnias, culturas, religiones, condiciones económicas y sociales, familiares, capacidades, características psicológicas y espirituales diversas. Y, sin embargo somos iguales en condición humana, dignidad y derechos, mereciendo el respeto de todos. Henry Wallon sostuvo que “la educación debe permitir que cada persona deba estudiar hasta el límite de sus aptitudes y que la sociedad debe proporcionar los medios para que todos puedan estudiar”.
Todos los niños y adolescentes comunes, talentosos, superdotados, con limitaciones físicas, emocionales e intelectuales, problemas familiares, económicos, sociales, culturales y de sentido de la vida, deben -en la misma proporción que se encuentran en la comunidad- ser incluidos y recibir una educación de calidad en los centros de educación inicial, educación básica y el bachillerato. Quienes padezcan discapacidades que se encuentren impedidos de comprender y asimilar los contenidos de la educación obligatoria y han llegado hasta el límite de sus aptitudes y talentos, continuarán capacitándose y recibiendo asistencia especializada, donde sea necesario.
Una educación es inclusiva y de calidad para todos cuando cada persona se encuentra educada y capacitada para atender eficazmente las necesidades personales, productivas, sociales, culturales y espirituales que requiere cada comunidad y la sociedad para su desarrollo integral. La calidad de la educación de un centro educativo, comunidad y país no es mostrar y sentir orgullo por unos pocos que han alcanzado extraordinarios resultados educativos, sino cuando toda persona puede desarrollar al máximo sus capacidades y talentos. De acuerdo a José Artigas, “que los más infelices sean los más privilegiados” salvándoles de la exclusión educativa y social, recibiendo todos igual educación de calidad, de acuerdo a su situación personal.