Después de los duros eventos vividos durante el pasado octubre, debe venir un proceso de reflexión general, primero sobre las causas que los motivaron, los temas que confluyeron para hacer que se viva un estado de alarma generalizada y se tengan que lamentar pérdidas de vidas humanas, así como también cuantiosos recursos económicos, pero también debemos abundar en temáticas que nos lleven por un camino de reconciliación nacional y de búsqueda de mecanismos que nos permitan evitar que se repitan situaciones como las vividas.
En este sentido, creo que hay que volver las miradas a la educación, a lo que la formación de los seres humanos puede y debe hacer, en las diversas manifestaciones, en las actividades diarias, en la convivencia de los integrantes de una sociedad.
Al margen ya de actividades desestabilizadoras, de volver la mirada en nuestro derredor para determinar culpables, debemos pensar en lo que debemos hacer, los ciudadanos en conjunto, para cultivar un clima de paz y mirar hacia el futuro con optimismo.
No enfocamos aquí las medidas económicas y de compensación, cuya tarea le corresponde al Gobierno, sino más bien pensar, desde otros ámbitos, en una especie de deber ser de una sociedad, de un pueblo que busca una paz duradera y sostenible.
En este sentido pensamos que solo la educación puede ayudar a construir esas buenas relaciones, de respeto mutuo, de solidaridad entre los integrantes de un pueblo o de un Estado.
Sugerimos que se establezcan mecanismos que generen una especie de cátedra de ciudadanía, no necesariamente como una nueva materia dentro del ya congestionado currículum de los estudiantes, sino más bien como ejes transversales que permeen todo el proceso de enseñanza-aprendizaje y que vaya mucho más allá, a los hogares ecuatorianos.
Sostenemos que un buen ciudadano no destruye su ciudad, que un buen ciudadano no agrede a sus vecinos, que un buen ciudadano piensa en positivo y busca cómo aportar al desarrollo de su sector, de su zona, de su vecindario, de su barrio, y lo hace con la conciencia de su pertenencia que genera solidaridades y vínculos indestructibles. (O)