El debate acerca de cómo vivimos la política los ecuatorianos se ha dado en varios ámbitos, uno de ellos está relacionado con el análisis de nuestra cultura política y su supuesto déficit o dificultad intrínseca para ser modernos y adaptarnos a los valores y prácticas de la modernidad y la democracia. Desde el sentido común cotidiano, los ecuatorianos vivimos intensamente la política dado que podemos advertir que, fácilmente, en cualquier taxi, sobremesa o tertulia, constituye uno de nuestros temas obligados.
Para Bolívar Echeverría, existen diversas maneras de lo que él denomina “actualizar la polis” o vivir la cultura política, hay algunas sociedades donde se vive una suerte de plebiscito cotidiano -la misma noción de Renán sobre la nación como un plebiscito de todos los días- y otras en donde lo político aparece completamente difuminado. Considero plausible que para nuestro país se aplique más bien la primera forma.
Los ecuatorianos, de acuerdo con Fernando Bustamante, vivimos la política como un teatro, una performance en la cual se despliegan sus dotes y se producen efectos, tanto estéticos como emocionales; más que interesarnos el poder mismo pareciera interesarnos el reconocimiento del otro. La política se vive como una liturgia en la cual se provoca una auténtica comunión.
Para Echeverría, en la cultura política de lo que él denomina el ethos barroco -es decir el modo de ser que hemos construido en sociedades como las latinoamericanas, en las cuales vivimos la contradicción del capitalismo como una puesta en escena donde la vida se convierte en su propia representación- el cuerpo del gobernante se convierte en una extensión del cuerpo del pueblo, por ello el caudillo es una prolongación del mismo. De ahí que la política se viva intensamente.
Si de este modo, efectivamente, vivimos la política los ecuatorianos, sus avatares nos afectan especialmente y, dado que no es algo distante y etéreo, sino que nos implica en la vida cotidiana, corresponde construir unas defensas especiales para prevenirnos frente a sus desencantos. (O)