Desde el 2015, cuando comenzó la crisis económica por la falta de recursos fiscales y que forzó al expresidente Correa a viajar a China de forma constante para endeudarse y conseguir pagar salarios del servicio público, la situación del país se ha complejizado en todos los órdenes desde esos tiempos. Hemos pasado este tiempo por evidenciar actos de corrupción en las esferas más altas de gobierno, se llegó a una crisis que no acaba del movimiento indígena en octubre del 2019, hemos recibido la diáspora de ciudadanos venezolanos con todas las consecuencias sociales que esto acarrea. Nos llegó la pandemia con el dolor y la parálisis que sufrimos en nuestras relaciones sociales y económicas. Elegimos en las 2021 nuevas autoridades con un capital político limitado; y ahora, se nos vino un repunte violento de reivindicaciones indígenas.
En el Ecuador de hoy se evidencia el agotamiento de las élites, que supuestamente colocan las ideas políticas que regirán a nuestro país. Se observa un agobio de la capacidad de conseguir consensos y diálogos desde la diversidad, esa diversidad que es el espíritu de nuestra sociedad y que se resquebraja de forma indolente.
Seguramente lo que se espera es un ciclo más de semi-gobernabilidad y la profundización del deterioro del conjunto del sistema político ecuatoriano. Al parecer el Estado dejó de funcionar desde hace mucho tiempo como forma de organización que racionaliza y garantiza la vida de los ciudadanos, no hemos sido capaces de reinventarnos y los odios se volvieron el mecanismo de gobernar y de oponerse. Las instituciones políticas están cada vez más lejanas y el rechazo es evidente por el fracaso que ellas han presentado.
Nos están dejando una fragmentación de la unidad nacional y seguramente la intolerancia se trasladará a un mayor racismo y clasismo que estaba escondido y que hoy se revela en diferentes dimensiones.
Nos hace falta discursos y lideres que nos junten, que nos saquen del albañal de la política al que hemos llegado, requerimos con urgencia un acuerdo como sociedad, seguramente necesitamos regresar al Estado cero para repensarnos y conseguir vislumbrar otros futuros para las generaciones que seguirán seguramente ocupando este territorio llamado Ecuador.
Hay que pensar en una reconstrucción colectiva del país, que debe ser milimétricamente pensada en términos de restablecimiento de una nueva institucionalidad del tejido social, cultural, histórico, económico y productivo en donde se priorice lo humano y la naturaleza. El gran desafío para nuestra economía será cómo con el trabajo no solamente crear capital; que es lo propio del sistema, sino principalmente, generar más trabajo para sobrevivir en sociedad. Seguro que esto es el deseo de muchos de los que vivimos al otro lado del poder.