Ecuador ha propiciado en estos días un encuentro histórico dentro del proceso de integración de Sudamérica. En las ciudades de Guayaquil y Quito se dieron cita los jefes de estado y de gobierno de los países de la subregión, precedida por la de cancilleres. La mayoría de las entidades ligadas a los propósitos integradores: Cepal, Alba, Mercosur, Celac, ALAI, Pacto Andino, estuvieron representadas y participaron del Seminario de Integración convocado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador.
Quedarán para la historia común de nuestros pueblos estas fechas en las que pudimos escuchar, entre otros, a Lula, de Brasil, y José Mujica, de Uruguay, y recibir de ellos lecciones inolvidables, no solo sobre el proceso que los reunía sino sobre la identidad suramericana, resurgida orgullosamente por la acción de políticos que en nuestros países han realizado transformaciones esperadas hace una centuria, con la particularidad de que han sido cumplidas en condiciones democráticas y pacíficas.
En la magistral intervención del presidente Rafael Correa se precisaron algunas cifras que hablan de la grandeza y potencialidad regionales: su población, extensión territorial, recursos hídricos y naturales en general, que determinarían, de actuar unidos, que nos convirtamos en la cuarta economía mundial. Tanto el mandatario ecuatoriano como el uruguayo y el expresidente Lula se alejaron de los planteamientos líricos; por sus experiencias como estadistas, conocen los problemas y obstáculos a los que debe enfrentarse este colosal e histórico intento, en un entorno de globalización en el cual los capitales transnacionales superan a los de varios países. También están conscientes de las inercias creadas por burocracias que, como dijo Mujica, son como los andenes de las estaciones ferrocarrileras: permanecen mientras los trenes pasan. Y están, por supuesto, todos los organismos de origen imperial, que creados supuestamente para colaborar, ponen trabas y trampas. “Si no pueden ayudar, que no estorben”, dijo Lula.
Quiero relievar de la intervención de Lula, extraordinario comunicador, su aseveración de que lo que no pueden aceptar quienes nos han colonizado en forma abierta o encubierta, es que un obrero metalúrgico que no fue a la universidad y una exguerrillera hayan podido crear 22 millones de empleos y sacado de la pobreza a 40 millones de brasileños; que un indio cocalero haya estabilizado, por primera vez en más de un siglo, la economía boliviana; que un exguerrillero que estuvo 14 años preso, 6 de ellos incomunicado, haya recuperado el bienestar para Uruguay; que un joven profesor universitario conduzca con solvencia los destinos de Ecuador y que, ninguno de ellos, pertenezca a las élites que tradicionalmente nos dirigieron utilizando el poder, la mayoría de las veces, en su provecho y en el de su clase.
Pepe Mujica transmitió su sabiduría instando a la juventud de Sudamérica a transformar la realidad, desigual e injusta, a pesar de lo conseguido. Sus palabras deben atesorarse para la reflexión y acción venideras.