El agua -fría y húmeda- es uno de los cuatro elementos evocados por Empédocles. Esta semana, nuestra querida, contaminada y única nave espacial, como dice Walter Martínez, de Telesur, celebra el Día del Agua, bajo un lema de Naciones Unidas: El agua y la seguridad alimentaria (se requieren 3.000 litros diarios para satisfacer a una persona, por los insumos de producción). El 70% del agua es utilizada en la agricultura, el 20% se usa en la industria y solo un 10% en las actividades domésticas, informa El Telégrafo. Para 2025 dos terceras partes de la población mundial carecerán de agua.
Se sabe que las futuras guerras serán por el agua y por eso las estrategias bélicas ponen como escenario a cascos azules en la Amazonía, donde está el pulmón del planeta. Será el tiempo del fuego, que es caliente y seco. A inicios del siglo XXI cumplimos un ritual casi impensable hace 20 años: compramos botellas de agua, en lugar de tomar directamente del grifo, como cuando éramos niños. Hemos olvidado las enseñanzas de la tierra, que es seca y fría.
En los mitos están las voces del cuarto elemento: el aire, que es húmedo y caliente. La mitología de los cañaris habla de las Guacamayas, mujeres aladas que salvaron a los últimos pobladores del Diluvio, que, al parecer, fue un evento planetario donde se incluye al arca de Noé; en los mitos amazónicas existe la Yacu Huarmi, o mujer del agua, quien inicia a los yachacs en el mundo espiritual; las lagunas son, en cambio, deidades de las montañas: Nina Pacha, es el Imbacocha, más conocida como lago San Pablo; las cascadas son sitios ceremoniales, para los pueblos ancestrales lo mismo que los pogyos o vertientes; se habla del huayracocha o viento de la laguna, aunque también existen los chigualos, los cantos para el mar; además del antiguo nombre de Yahuarcocha (lago de sangre, tras la batalla de los caranquis contra los incas, donde perecieron 20.000 de los primeros, según Guamán Poma de Ayala) que se llamaba Cocha Caranqui, es decir la laguna de los caranquis, cuyos descendientes aún evocan al tutelar monte Imbabura.
El Ecuador, debido a la bifurcación de los Andes, tiene el privilegio de las cejas de montaña, donde abundan cascadas y ríos, y el páramo, donde los montes tutelares -dadores de agua y por ende deidades- son las fuentes naturales que hay que proteger.
Pero acaso, una mitología vital sea el amaru o boa amazónica en disputa con el guamán, o gavilán, que llegó del Cuzco: la selva contra el desierto. Nuestro país es privilegiado con respecto al agua, de allí que hay que respetar sus misterios.